Pedagogías del siglo XXI
Carbonell Sebarroja, Jaume
Octaedro Editorial (Col. Recursos educativos), Barcelona, 2014, 293 pp.
Correo-e: octaedro@octaedro.com
Pedagogías del siglo XXI es una recopilación organizada de teorías, iniciativas, prácticas y reflexiones surgidas dentro, fuera y alrededor de la escuela. La obra llega en momentos de grandes dificultades y desencantos, pero trae un mensaje de optimismo: en medio de tanta incertidumbre, la innovación se abre paso para mostrarnos un saludable presente y animarnos a imaginar un futuro de esperanza.
Como bien dice el autor, en el libro no están todas las pedagogías que son, pero la selección es certera y el panorama clarificador. En el primer capítulo se hace eco del auge que toman en la actualidad las pedagogías no institucionales, con la creciente oferta de educación no formal, y la cada vez mayor influencia de la educación informal. Su discurso pivota sobre la idea de que la formación no puede circunscribirse exclusivamente al ámbito académico-institucional, porque la sociedad en su conjunto ejerce un papel muy activo en ese proceso, hoy más que nunca, si cabe, debido a los importantes cambios provocados con la llegada de las tecnologías de la información y la comunicación. Acompaña estas reflexiones con abundantes proyectos de carácter social, que deben ser incorporados, o al menos ser tenidos en cuenta, en el nuevo escenario educativo.
A partir de ahí pone el foco en la escuela para describir en otros siete capítulos varias líneas de trabajo. Aboga por una educación crítica y emancipadora, que evite reproducir las desigualdades de partida, prevenga la exclusión y promueva la transformación social.
Defiende una educación inclusiva y cooperativa, lo que significa superar la idea de integración, para que todos se acojan bajo un mismo paraguas curricular y se rompa el viejo mito de un adulto que enseña y unos niños que aprenden. En el nuevo contexto todos tienen algo que enseñar y algo que aprender y, por lo tanto, se trata de avanzar juntos y conseguir que el saber fluya en todas direcciones.
La educación debe ser lenta para garantizar un aprendizaje sostenible, porque las prisas, inspiradas en los programas oficiales, cercenan la posibilidad de transformar la información en conocimiento, y no respetan la variedad de ritmos que se dan en el aula.
También ha de ser sistémica, lo que implica dotarse de una gratificante red de relaciones entre las personas que conforman el entramado escolar. Y en ese entramado, las familias ocupan un lugar de primer orden.
Las propuestas de trabajo deben ser globales e integradas porque las miradas son globales, y trocear la realidad en disciplinas para luego unirlas en una globalidad artificiosa, además de no tener sentido, provoca la pérdida de interés en los alumnos.
Su último capítulo lo dedica a las inteligencias múltiples. Hoy sabemos que la inteligencia es multidimensional y se desarrolla en la medida en que se trabaja, y también sabemos que las emociones están muy presentes en los procesos de aprendizaje. Esta perspectiva, alumbrada a lo largo del siglo XX, pone en entredicho una concepción jerarquizada del conocimiento, que prima la ciencia, e impone una cultura académica en la que unas disciplinas tienen mayor rango que otras.
Al interés que suscitan estos temas, hay que añadir el depurado estilo y la buena pluma de Carbonell, fraguada a lo largo de su dilatada experiencia periodística y como director de Cuadernos de Pedagogía. Su discurso está bien hilado, es ágil, directo, ameno y destila el saber que se construye a pie de obra, a través de encuentros con profesores y con redes de profesionales, así como en sus innumerables visitas a escuelas, a lo largo y ancho de la geografía.
Por otro lado, su avezada mirada como pedagogo y sociólogo confiere a la obra un carácter eminentemente didáctico: en cada uno de sus capítulos analiza el aquí y ahora para rastrear las fuentes, las ideas de los grandes pensadores y las tendencias que, en el devenir de los tiempos, han alimentado y consolidado las iniciativas innovadoras que emergen en nuestro siglo. A continuación ofrece una profusión de experiencias que pueden servir de faro a aquellos profesionales deseosos de mejorar su trabajo. Y no se queda ahí, como buen profesor que ha sido sabe que la información hay que digerirla, pasarla por el tamiz del propio conocimiento y de las experiencias vividas. De ahí que cierre cada capítulo con abundantes puntos para la reflexión. Todo un envite para que la lectura se extienda más allá del mero ejercicio de leer.