La lectura es el acto de descifrar y atribuir un sentido a un texto escrito. Esta premisa tan simple y tan necesaria para vivir es a la vez compleja cuando nos centramos en el proceso de enseñanza-aprendizaje para alcanzarla.
Las consecuencias positivas que tiene la lectura nunca han sido cuestionadas en la Europa actual, solo en algunos momentos de dictadura. Sus beneficios son múltiples y el listado sería interminable, así que solo nos centraremos en algunos aspectos fundamentales.
Leer un promedio de media hora diaria aumenta el vocabulario de un niño en más de 700 palabras cada año, lo que no solo lo enriquece, sino que también le permite expresarse mejor y a la vez comprender mensajes más complejos, aspecto que ayuda a evitar el fracaso escolar.
Pero ¿cómo se adquiere una buena lectura que permita esto que acabo de expresar? En el proceso de adquisición de la lectura debemos identificar dos apartados indisociables: la comprensión y la mecánica lectora. La comprensión es el hecho de atribuir significado al léxico y la mecánica, decodificar una serie de grafías, entendiéndolas como el conjunto de letras y signos de puntuación.
La lectura, un proceso complejo
Cuando en la escuela nos visitan algunas familias y nos piden cómo deben hacerlo para que su hijo aprenda a leer, a menudo nos comentan que ellos en casa ya lo hacen leer cada día. Pero nosotros vemos los resultados de las pruebas de velocidad lectora y la puntuación en los exámenes de comprensión, y no concuerdan ni reflejan la supuesta dedicación que ha habido en su casa (y en la escuela), ni la inversión de tiempo ni el esfuerzo que algunos de ellos han puesto. Posiblemente, después de alguna de estas entrevistas nos planteamos en la escuela, o en el ciclo, hacer algunos pequeños cambios en el aula, en los talleres de lengua, en el aula de Educación Especial, o incluso hay quien dice que convendría activar la revisión del plan lector.
Ante este hecho, tan frecuente desgraciadamente, me atrevo a escribir y a poner en orden aquellos consejos que doy a las familias, que no son otra cosa que pequeñas estrategias que como maestra hace años que estoy aplicando dentro del aula ordinaria y en el aula de Educación Especial.
Lo primero que me gusta hacer con estas familias que vienen voluntariamente o que citamos para este u otros temas, es tranquilizarlas y darles algunos recursos para que se sientan acompañadas y asesoradas, ya que en la mayoría de los casos acaban reconociendo que si supieran cómo, aún ayudarían más a sus hijos. Por lo tanto, las familias son y deben ser nuestras aliadas.
Una vez ubicado el nivel real de su hijo dentro del continuum de la lectura, las animo a colaborar con nosotros, les contagio el ingrediente de la ilusión para trabajar conjuntamente, fijando el compromiso de ser constantes en el día a día.
Enseguida comento a las familias que la lectura se compone básicamente de dos procesos: la comprensión y la mecánica lectora. Para mejorar la comprensión lectora, no hay nada mejor que compartir el libro que los hijos han elegido. Si han escogido un libro que parece que les interesa, va muy bien que buena parte de este lo lea el adulto, de esta manera el tiempo que el adulto lee, el niño se relaja imaginando lo que escucha (el argumento) y, por lo tanto, aumenta la comprensión global de la narración. Un texto bien leído incita y da ganas de continuarlo. Y les digo: “No os enfadéis si pide que vayáis leyendo; el placer de imaginar lo que pasa a los protagonistas es muy grande”.
Es necesario que padres e hijos compaginen páginas leídas, y la narración así llegará muy pronto al desenlace. Una vez finalizado el cuento, no se olviden de hacer el diálogo a posteriori, esto acaba de ayudar en el gusto por la lectura y también en la comprensión. Pero, sobre todo, que este rato no se convierta en un interrogatorio, sino al contrario, se tiene que comentar tranquilamente lo leído sin olvidarse de la parte emotiva: qué sentimientos han vislumbrado en la narración, cuáles son los que nos han generado y cómo nos han hecho sentir a nosotros, a grandes y a chicos.
Un entrenamiento técnico
Una vez explicado todo esto doy por cerrado el tema de la comprensión lectora, generadora del placer y del gusto por la lectura; acto seguido paso a hablar del segundo aspecto: la mecánica lectora. Para mejorar la mecánica lectora, les cuento que los lectores con menos fluidez centran básicamente su atención en decodificar las palabras concretas (en pronunciar todas y cada una de las letras que componen las palabras). Por lo tanto, ponen poca atención para comprender el texto, se aburren y se cansan pronto. De ahí que sea tan importante tener una buena mecánica.
Y para hacer más comprensible este mensaje lo comparo con un partido de baloncesto: jugar un partido de baloncesto con los compañeros del equipo resulta una actividad muy divertida y estimulante, ya que existe el hecho de disfrutar de un deporte de movimiento, de la cooperación entre los jugadores, de la estrategia y vínculo que hay entre todos y del aliciente de hacer más puntos que el equipo adversario.
Para que un joven pueda disfrutar como jugador de baloncesto, tiene que tener buena puntería a canasta, saber hacer unos buenos pases, conocer las normas, saber hacer unos giros rápidos y seguros... Estas son estrategias mecánicas que le ayudarán cuando esté en el partido; aunque entrenar la puntería individualmente y de manera repetitiva ante la canasta puede resultar pesado, le permitirá interiorizarlo e integrarlo en su repertorio personal y en el momento del juego no tendrá que pensar cómo gira, ni cómo pone las manos para tirar a canasta, ni cómo bota la pelota..., sino que podrá centrar toda la atención en el análisis del juego del momento, los compañeros del equipo y del partido en general. Esto lo aplicará inconscientemente en todos y cada uno de los partidos que realice, independientemente del campo donde juega, de los compañeros del equipo de ese día y de los adversarios.
Pues eso es la mecánica. La mecánica es siempre la misma y es la que nos permite ser ágiles cuando hacemos algo. Así nos podemos centrar en disfrutar de la lectura (o del partido de baloncesto) sin tener que centrarnos en aspectos técnicos. Por lo tanto, hay que entrenarla para interiorizarla y automatizarla.
Un lector que tiene una buena mecánica lectora puede centrar su atención en hacer conexiones entre las ideas que hay en el texto y las que tiene en sus conocimientos previos. Por lo tanto, es capaz de centrarse en la comprensión y no tiene que ir pensando en la decodificación de cada una de las letras que forman las palabras.
Prácticas para aumentar la fluidez
Una vez convencida la familia de que su participación en el proceso de aprendizaje es muy valiosa y totalmente necesaria, les proporciono el listado de las estrategias (véase “Juegos para entrenar la fluidez”) y algunas las cuento para que vean que son de fácil aplicación y que lo podrán hacer maravillosamente bien desde el primer día.
Estas estrategias son una serie de juegos puramente mecánicos para jugar con las palabras, y que ayudan a que los pequeños lectores adquieran la mecánica de la lectura, es decir, que aumenten la fluidez. El listado de estrategias de mecánica lectora es para hacer conjuntamente, ya que el vínculo afectivo padres-hijos es una de las pociones más mágicas de todo el inventario de recetas que ha tenido nuestra historia y que posiblemente tendrá.
Es importante no olvidar que estas estrategias no son para disfrutar de la lectura como tal, sino para reforzar la mecánica, es decir, es un entrenamiento específico para agilizar la lectura. Un niño que tiene una buena mecánica lectora no es necesario que se concentre en la descodificación de las letras que debe ir pronunciando, sino que puede concentrarse en la comprensión de lo que lee. Por lo tanto, estas estrategias son solo un entrenamiento específico en el que la comprensión queda en un segundo plano. Es como practicar la técnica del baloncesto: puntería, pases, etc.
Elegiremos un libro que ya haya leído y que le haya gustado: con este aplicaremos la estrategia escogida cada día entre 2 y 4 minutos −no hace falta más tiempo−, durante quince días. Cada dos semanas, se cambia la estrategia.
Además de los juegos recogidos en la tabla, se pueden hacer otros que se les puedan ocurrir, como por ejemplo que el niño lea palabra sí, palabra no. Todos los juegos con las palabras son válidos y la familia verá que con el trabajo diario hay un gran cambio en la lectura de los hijos.
Cómo hacer lectores a los hijos
A las familias también les facilito una lista de consejos que por sentido común todos sabríamos explicar y que los padres agradecen también. Esto ayuda a normalizar la lectura no como trabajo obligatorio del hijo, sino como un hecho habitual en la vida cotidiana de la familia (Girbés, 2008).
Es muy importante crear un ambiente de lectura en casa: ver al padre o a la madre con un libro o un periódico en las manos se convierte en un referente importante del propio comportamiento. Supone, además, que en la familia hay ratos dedicados a la lectura a los que los hijos se pueden sumar. La imitación es una gran incitadora.
Los padres deberían leer con los hijos todo tipo de revistas y cuentos, tanto científicos de su interés −para practicar la lectura de palabras poco frecuentes− como narraciones fantásticas o reales −van muy bien para la imaginación.
Hablar de libros y artículos de revistas que uno ha hojeado, escuchar como se comenta el interés −o incluso el aburrimiento, ¿por qué no?− que suscita una novela que se está leyendo, prolonga la actividad lectora y crea una transmisión de saberes y de comunicación muy importante para fomentar el gusto lector.
Hay que enseñar a los niños a respetar los cuentos, libros y revistas, pero no es necesario que los dignifiquen. No dejemos sin lectura a los niños en las actividades al aire libre por miedo a estropear los libros.
Debemos convertir la televisión en una aliada, no en un enemigo. Si la pantalla los engancha, hay que fijarse en los programas y en las películas que les gustan más y tratar de encontrar libros vinculados a estas pasiones (por absurdos que nosotros los encontremos). Así garantizaremos un mínimo interés. Es muy importante no caer en la frases del “si no acabas de leer, no hay tele”, porque entonces convertimos la lectura en un castigo y la tele en un premio. La lectura debe ser un premio, una actividad divertida, emocionante, cordial, tranquilizadora, nunca un castigo.
Cuando salgamos a comprar, incluyamos una vuelta por una buena librería. Aunque no compremos nada es bueno ver las novedades aparecidas. Otra buena opción es visitar algunas bibliotecas públicas de su ciudad o de donde se pasen las vacaciones. Puede ser una buena manera de disfrutar del ocio, y a menudo la mayoría de las bibliotecas comparten la base de datos y, por tanto, con el carnet de la biblioteca habitual se puede sacar de préstamo en buena parte de otras bibliotecas. Seguro que la ciudad de veraneo tiene una biblioteca que nos permite devolver libros de la biblioteca habitual.
Es importante tratar de averiguar qué tipo de lector es nuestro hijo y respetar su ritmo. Hay lectores compulsivos que no paran hasta que no terminan un libro, hay otros más tranquilos... Hay lectores a los que les gusta volver a leer el mismo libro, a los que les gusta leer de día y a los que les gusta leer de noche. Darles un margen a su manera de leer contribuye a consolidar el hábito. Lo importante es que avancen en el camino: el ritmo, el desnivel y los paisajes son gustos que debemos respetar.
Hay que permitirnos que el hijo deje un libro a medias o justo al comienzo. Si no le gusta cómo el autor plantea la trama, es bien lícito que lo deje y que vaya a buscar otro que le guste más. Si le obligamos a terminarlo lo estamos llevando al aburrimiento y le restamos horas de placer con algún otro libro.
En ninguno de los casos podemos interrumpir la lectura haciéndolo ir a buscar una palabra en el diccionario; si vemos que la lectura es complicada, antes de empezar habría que aclarar algunos conceptos o palabras, pero nunca podemos interrumpir la lectura, ya que esto rompe el ritmo, hace perder la comprensión global y, por tanto, desmotiva. Buscar una palabra en el diccionario es un ejercicio excelente para hacer en el área de lengua, pero no cuando uno está acostado en la cama o debajo de un árbol tomando el fresco.
Cuando preparamos las vacaciones o fin de semana hacemos público y compartimos el hecho de buscar información, mostramos claramente los ratos que estamos investigando en las webs y, sobre todo, visitamos la oficina de turismo de la ciudad donde vamos, seguro que nos llenarán de trípticos que podemos mirar y remirar mientras hacemos alguna comida, algún trayecto...
No hay que impacientarse si vemos que estas estrategias no funcionan a la primera. Estamos creando un hábito y esto, como todo, requiere un tiempo. Todos los padres y madres quieren que sus hijos sean felices y buenas personas. El amor por la lectura no garantiza ninguna de las dos cosas, pero pone en buena forma la mente para conseguirlas y también puede ser una excusa para poner a la familia más ratos en contacto. Disfrutemos leyendo y que lo disfruten.
Para saber más
Equipo Peonza (2001). El rumor de la lectura. Madrid: Anaya.
Girbés, Joan Carles (2008). Guia pràctica per a fer fills lectors. Alzira: Fundació Bromera, 2008.