Pablo Gutiérrez del Álamo
Foto: Teresa Rodríguez
Hace unas semanas se vivió una pequeña gran revolución. Apareció, de repente, en YouTube, el vídeo Enséñame pero bonito. 50 minutos de entrevistas a personas alrededor de escuelas libres, de pedagogías alternativas (como Waldorf o Montessori) o de homeschooling. Detrás del boom, Sara Moreno, una psicóloga clínica con mucho interés en la pedagogía. Su intención era abrir una ventana para que familias y docentes pudieran acercarse a las alternativas. A juzgar por el hecho de que el vídeo, en algo más de un mes, tiene más de 130.000 visitas, ha conseguido un pequeño gran logro.
¿Qué es Enséñame pero bonito?
Es un documental que pretendía ser una herramienta de difusión sobre educación alternativa para un público que no estuviera familiarizado. Una manera de abrirle la puerta a la gente que no conocía qué es el mundo de la educación alternativa o que lo conociera y tuviera prejuicios, confusiones o ideas equivocadas.
¿Por qué es necesario?
Porque la información es poder y tenemos derecho a saber qué podemos hacer con nuestros hijos, y no dar por hecho que solo podemos llevarlos al sistema tradicional. La gente tiene derecho a conocer que pasan otras cosas y que puede decidir si les gustan más. Si conocen y les gusta la educación tradicional, o si quieren un colegio marianista, fenomenal. Son los padres y tienen que decidir qué educación es mejor para sus hijos. Pero tienen que conocer el abanico de posibilidades y me parecía que ese abanico no estaba abierto en el contexto español.
El proyecto nace de un viaje a México y Perú, ¿cómo surge esta experiencia?
En 2007 constituimos una asociación cuatro amigas y yo, que se llama Las Sin Carpa y hemos hecho proyectos de cooperación al desarrollo en Latinoamérica. Uno de los proyectos fue La Educaneta, que consistió en llevar nuestra formación a escuelas. Había un intercambio de información en el que nosotras veíamos qué pasaba en este tipo de escuelas y trabajábamos en ellas, les devolvíamos la formación que teníamos. Yo soy psicóloga y hacía todo lo relacionado con desarrollo personal, asesoramiento a las familias… un poco de todo.
Volví súper tocada, pensando: “Esto hay que contarlo”. Hice algunas entrevistas en Perú, que molan un montón porque te plantan al niño en la cámara, no tienes que ir buscando al niño. Con ellas hice un vídeo promocional para financiar el documental. Pero si hablaba de Perú, me iban a decir: “Bah, eso es Latinoamérica, eso pasa allí porque son así de salvajes, aquí tenemos nuestras leyes europeas”. Entonces pensé: “Esto no lo puedo utilizar para abrir las puertas y las conciencias, remover un poco las mentes”. Tenía que ser algo con lo que te identificaras. Y decidí hacerlo en España.
¿Cómo eliges los centros que aparecen?
Me lleva un tiempo, pero antes del viaje ya había hecho varios cursos, y conocía muchos. No fue tan difícil. Estuve en Paideia, que para mí es la gran clave en España de escuelas alternativas. Pero no quisieron que les grabara. Por ejemplo, en Cataluña, que hay un montón de proyectos, pero me costó mucho. La gente tiene miedo a exponerse; también porque muchas son ilegales. Es un poco “yo he sobrevivido medio escondido, no me quiero arriesgar a salir a la palestra a ver si alguien me va a señalar demasiado con el dedo”.
Y fui viendo proyectos. Di un curso con Celine de Montessori y por eso la llamé; di otro con Tamara Chubarovski, de Waldorf, y por eso la llamé; hacía tiempo que había contactado con Jesús de A su ritmo en Cáceres, donde yo había montado un proyecto… Eran todos medio amigos en realidad.
El documental tiene decenas de miles de visitas, ha salido en prensa... ¿Cómo lo estás viviendo?
Colgué el documental un jueves por la noche. Al día siguiente, después de trabajar, lo miré… ¿Qué me esperaba? 300 visitas. Ya había 5.000. ¿Pero dónde está esta gente? ¿Dónde están esas 128.000 personas que ya lo han visto?
Cuando hice el estreno en Matadero Madrid, alquilé la sala para 70 personas un jueves y para 70 un viernes. El jueves, vinieron unas 300, y el viernes, llegaron 600. Lo volví a estrenar el domingo siguiente. Yo era como Lola Flores (risas), pero al revés: “Si me queréis, volved… que yo os prometo que el fin de semana que viene vuelvo a proyectarlo”. Había una demanda increíble. Lo volví a proyectar en la sala más grande de Matadero, 250 personas, y se volvió a quedar gente fuera. No sé qué pasa.
Esa es la pregunta: ¿qué está pasando?
Creo que he respondido no solo a mi intención de comunicar algo, sino a una necesidad de escuchar eso. O de ponerle palabras a una insatisfacción, que creo que también ha sido el punto. Es lo que empiezo a ver. Como que hay algo que no cuadraba, que no sabe bien ni a padres ni a maestros, pero no sabían muy bien qué palabras ponerle. Quizá parte de que en la escuela tradicional Santillana te dice lo que tienes que hacer, cómo, cuándo, qué tienes que preguntar… Hay una falta de autonomía y de creatividad brutal por parte de los maestros. Creo que a ellos también les angustia estar tan encerrados.
El documental le ha puesto palabras a una insatisfacción y por eso tiene tanto éxito. Porque todo el mundo por su cuenta estaba reflexionando algo parecido, o acerca de los deberes o de los exámenes… o de estar obligando… ¿por qué tengo que obligar a leer este libro y no puedo decirle a un niño que elija?
Se da tanto valor a memorizar algo que sabes que tu hijo tiene a mano poniendo en Google: “ríos de España”. A lo mejor hay que darle más importancia a la capacidad de búsqueda, a la de selección, al criterio personal, a la relación entre tú y yo, que es lo que nos va a hacer buenos trabajadores.
¿Crees que hay posibilidad de que estas pedagogías entren en el sistema tradicional?
Sí. Se puede perfectamente. Ya hay muchos profesores que lo intentan. Supongo que tiene que ser de a poco, como toda transición. Pensar que ayer se murió Franco y hoy vamos a estar aquí… Necesitamos 20 años, 30. Pues bueno, se necesita eso en la escuela pública. Creo que sí, de verdad, porque es la evolución, me parece que es lo sensato, lo racional.
No es una utopía. Pero creo que nace de la escuela pública. No va a nacer de proyectos alternativos, por que sigan creciendo. Ocurrirá cuando cambie dentro, no cuando haya más alternativas. Creo que realmente el cambio nace de los maestros de la escuela pública o de los padres que acuden a ella.
Qué complicado.
No tanto. Porque luego se juntan un grupo y hablan con el jefe de estudios y hacen su lucha personal, porque es personal, no un cambio de todos a la vez. Sí creo que cada maestro, en su aula, puede hacer un poco… Tal vez en los jóvenes. En la Universidad Autónoma de Madrid se ha proyectado el documental, en Magisterio. Y el 3 de marzo voy a la Complutense. Han sido ellos los que me han llamado. Es maravilloso, eso quiere decir algo. Yo digo: “Vosotros sois lo máximo para mí”, esa gente es lo máximo. La gente que tiene 20 años y que quiere ser maestra… es el tesoro, es nuestro tesoro.
¿Qué público tienes? ¿Familias? ¿Docentes?
Las dos cosas. La experiencia que tengo son las proyecciones en Matadero. Depende de quién la organice; a veces son grupos de familias y a veces escuelas. En Cataluña, por ejemplo, lo hará la Red de Escuelas Libres y la mayoría del público va a ser personal docente, formado, sensibilizado.
Más que maestros y familias, lo interesante es saber: ¿va más quien sabe y lo tiene claro, o va la gente a dejarse convencer? Y hay un público que me apasiona, que es el que quiere dejarse convencer. El que abiertamente va a ver “qué me cuenta esta tía y ya veo yo lo que pienso al respecto”. Y eso es muy bonito, porque contárselo a quien lo sabe… incluso puede saber a poco, porque es un documental muy ligero.
Tu formación es en Psicología, pero también pedagógica… Paideia, Waldorf, Montessori… ¿De dónde te nace el interés?
A través de la asociación Las Sin Carpa y realmente por curiosidad. Me parece muy interesante no dar por hecho que la escuela es así. Por el tema de la psicología también, con respecto a la educación emocional y al desarrollo de los niños. A que comprendo, desde un punto de vista de desarrollo evolutivo, qué les pasa… ¡No tienen que sentir estrés ni estar sentados seis horas! Su cerebro no está preparado para estar sentados. No es que no quieran. Y como dice Tamara en el documental, si ves a un niño que está intentando escribir con una postura imposible, es que no está preparado para coger un lápiz. Estás forzando la máquina a un ser humano, no tienes por qué. Si tú educas en discutir, aprendes a discutir; si educas en resolver problemas, resuelves; si educas en flexibilizar tus opiniones porque tú y yo tenemos que llegar a un acuerdo sobre algo… aprendes, y siendo adulto lo haces con naturalidad. Desde el punto de vista de la psicología, eso me llega mucho.
¿Cómo dejamos de hacer lo que estamos habituados a hacer?
Yo creo que el cambio está en las personas, más que en la ley. Si hay que esperar que la ley cambie para que nosotros empecemos… Tiene que haber una revolución personal. Y es difícil, entiendo la complicación.
El crecimiento personal tiene que estar, siempre, en los adultos, y es una cosa que se dice en el documental. No puedes pedir cambio a un niño, reflexión, si tú como adulto no estás en ese proceso de cuestionamiento, de evolución. Sería horrible que la gente dijera que está en un estancamiento emocional, personal, del que no me muevo hasta que me muera…
Pero ese estancamiento parece generalizado, ¿no?
Sí… y yo lo tenía, hasta que me dijeron: “Y ¿por qué lo de los deberes y por qué lo de…?”. Y pensé, pues es verdad. He dado toda la vida por hecho que la manera de enseñar era esta, la de que un tío se te planta delante y te dice lo que tienes que hacer, cuándo, cómo… He dado por hecho que esos paradigmas eran grabados a fuego. Y de repente es que no. Y mola. Y pretendía un poco eso con el documental, ese paradigma que te han dicho de que la escuela es así, no tiene porqué.
Los docentes pasan por grandes cambios con ciertas experiencias pedagógicas… ¿Cambio laboral y cambio personal?
El cambio es necesario, lo digo como experiencia personal de haber estado en una escuela. Se te escapa, te sale el decirles: “Eso así no”, o “muy bien, muy mal”. Estas escuelas cuidan mucho el lenguaje, no es que esté mal, es que la suma está equivocada, es un error de cálculo. Estos pequeños conceptos, ligeros. Hay mil. Porque te has educado así y te sale el “qué dibujo tan bonito” y a lo mejor tienes que decir “anda, pues veo que has hecho un árbol y una silla, qué bien”. No es el bonito o feo, eso es complacer el deseo de que un adulto me diga qué bonito. No pasa nada por decirle a un niño: “Ay qué bonito, me encanta”, pero hay que ser conscientes de qué proceso puede estar interviniendo cuando mi hijo me regala cada día un montón de corazones. ¿Su deseo de verdad es pintar corazones o es su vínculo conmigo? Fallo como adulto si me tiene que demostrar esto. No me tiene que demostrar nada.
¿No es un poco caer en esto que llaman buenismo?
No, no es que solo le digas bien. Es decirle “esto es incorrecto”, en vez de “lo has hecho mal”. Evitar el mensaje de “tú no eres capaz, no sabes sumar, no vales para las matemáticas, no has nacido para esto, eres más de letras, tú eres más de números”. Evitar todo esto. Pero para hacerlo, me tengo que mirar yo, y mucho.
Tienes que ser responsable con lo que estás haciendo. La manera de enseñar es igual desde los 6 hasta la Universidad. Todo el mundo puede reconocer con sentido común que un cerebro de 6 años no puede aprender igual que uno de 16 o de 26. Pero eso no pasa. Solo eso da para reflexionar.
El sistema, ¿está basado en crear inseguridad?
Yo creo que busca la obediencia, y esta genera inseguridad. Si yo te enseño a obedecer, sí o sí te genero inseguridad, porque dejas de saber quién eres o qué quieres o qué piensas, porque no importa, todo el rato tienes que obedecerme.
Si pudieras dibujar un sistema educativo… ¿Cómo sería?
No lo sé, es muy difícil.
En cualquier caso, ¿debería centrarse más en quien aprende?
Sí, y más concentrado en habilidades sociales y en criterios personales, más que en adquirir información que está disponible.
¿No es importante acumular cierto grado de información?
Sí, sí, claro, pero no que te obliguen, que tú decidas. Si a ti te flipa el Arte Romano, pues estúdiatelo… que aprendas lo que te guste, para que luego puedas ser lo que te guste. En el documental Laura lo dice: al final, la educación, para lo que sirve es para trabajar de lo que te guste y ya está. Dedicarte a lo que te guste siempre y cuando sepas quién eres, lo que te gusta y se te da bien. La escuela debería enseñar cuáles son tus talentos, ayudarte en los que no tienes y potenciar los que sí.
Estamos centrados en Matemáticas y Lengua…
Eso es. Incluso te digo más, asignaturas como Historia, que está muy bien pero, ¿por qué tengo que memorizar algo que, por ejemplo, ahora no te sabría decir? ¿Para qué ha sido ese esfuerzo? ¿Ese cúmulo de información que he tenido que hacer para soltarlo en un folio que al día siguiente olvidé? Me parece que esa energía la podría haber invertido en otras cosas más útiles para mi vida.
¿La escuela nos debería enseñar relaciones personales, modos de trabajo para un objetivo?
Sí, de hecho hablando con una niña que había estado en una escuela alternativa y que está en la Facultad de Psicología, decía que se sorprendía cuando les pedían trabajos en grupo y la gente se dividía el trabajo en X partes, que hace cada uno y se juntan el último día. Para ella eso jamás había sido un trabajo en grupo. Sentía que los demás eran raros, ella no.
También me decía que no entendía por qué en el instituto seguían, en 4º de la ESO, estudiando las fracciones. Y preguntaba a sus compañeros si no lo habían estudiado ya. Me decía: “Yo cuando me aprendí las fracciones (de una manera tan natural) pues me las aprendí y ya está”. Lo he interiorizado, es un concepto que está en mí, la proporcionalidad de la fracción, y puedo aplicarlo a un libro, a una planta, a un líquido… a todo. Porque sé qué es.
Ese parece el quid, no saber qué significan…
Claro. Me decía, yo me lo aprendí cuando me apetecía aprendérmelo y entendí lo que es. Cuando te levantas y vas a clase y te dicen “hoy te voy a meter en el cerebro lo que es una fracción”, tú estás a lo mejor en otra película. Incluso te puede apetecer colorear, mirar el libro de Lengua o hacer otra cosa. Pero es que no.
Yo preguntaba a una maestra: “¿Si un niño está súper motivado sumando y de repente se acaba la hora de mates y te dice que quiere seguir, y toca Plástica?”. Me decía: “Tiene que dejar de sumar”. Eso es una aberración; castrar un cerebro humeante de conocimientos, es una aberración para el aprendizaje.
¿Cómo de compleja es la adaptación de quien ha estado en una escuela alternativa?
Creo que esta gente, por lo que yo he conocido, es tan madura que saben a lo que van, son mayores, tienen 16 años, saben que hay exámenes, deberes, que se tienen que sentar y seguir un horario, y lo asumen como lo que hay, como asumes tú que tienes que trabajar, o que vas a una conferencia y tienes que estar sentado tres horas.
Creo que son tan maduros, que esa parte de desarrollo personal la tienen tan trabajada que se pueden adaptar. En las escuelas, suelen ponerles exámenes, para practicar. Viven en la realidad. No están en una burbuja, tienen primos y amigos, van al parque, están apuntados al equipo de fútbol y saben perfectamente lo que es la vida, que van a una escuela diferente, que no es la generalidad.
Una vez terminado el documental, ¿qué planes tienes con respecto al proyecto?
Tengo varias cosas pensadas. Una es la de los subtítulos, que ya me han pedido bastante. Quiero prepararlos en inglés y en castellano. Los tengo medio preparados, tengo que editarlos y subirlos.
Y está la propuesta de otro documental… Pero han sido dos años muy cansados, mucho desgaste. He invertido dinero.
Igual para próximos proyectos lo planteas de otra manera…
Sí, sobre todo porque ya sé que tengo más contactos, más difusión de la que tuve, que me financiaron mis padres, sus amigos, mis tíos, sus amigos y mis amigas. Ahora sé que hay gente.
Quiero hacerlo con los niños, que lo cuenten ellos. El nombre de Enséñame pero bonito es porque la primera idea era que fuera en primera persona, enséñame tú, pero hazlo bien. Yo como niño te cuento qué me parece. Que se viera su opinión, que les diera voz. Pero es tan complicado, que al final ha sido una cuestión de adultos. La idea es hacer uno que sea de los niños con los espacios.