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Jordi Cots
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"Lo más urgente es escuchar a los niños"

Jordi Cots

Cuadernos de Pedagogía, Nº 459, Sección Entrevista, Septiembre 2015, Editorial Wolters Kluwer

  • Mónica Bergós Hernández
  • Este abogado y pedagogo barcelonés de 88 años atesora una extensísima trayectoria asociada a la renovación pedagógica y la defensa de los Derechos de la Infancia. Fue el primer ombudsman para la infancia en Cataluña. Cofundó Rosa Sensat. Dirigió la escuela Thau, que tomaba como modelos a Pestalozzi y Kerschensteiner. Escribió su tesis sobre la Declaración Universal de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas de 1959. Defiende la interlocución con el niño, desde la naturalidad y el respeto mutuo. En el marco de la escuela, subraya también la importancia de atender a sus derechos civiles, relacionados con la consideración de sus opiniones, y su libertad de pensamiento y asociación.
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Portada

Mónica Bergós, periodista.

Fotografía y vídeo: Rubén H. Vivancos

¿Cómo ve la infancia hoy?

En muchos aspectos está mejor que antes. Pero la actual situación de crisis económica perjudica enormemente a la infancia. Es una situación difícil de justificar. Los poderes públicos deberían rendir cuentas. A veces da la impresión de que no hay más remedio que recortar, pero quizás es que no se está poniendo todo el interés en evitar que la infancia sufra.

¿A los niños de ahora se les deja ser niños?

No llegan a serlo plenamente. En parte, porque la situación general les priva de tener una infancia feliz. Por otro lado, no se sabe qué hacer exactamente con la infancia. A veces se les mima demasiado porque se tiene miedo, por la mala conciencia de que no se está por ellos todo lo que se debería. Y esto tampoco es natural. Los niños necesitan que los adultos estén al lado de la infancia. No delante ni detrás. Justo al lado. Para tener un diálogo cuando hace falta. Para poder aclarar sus preguntas, con toda tranquilidad. Yo creo que no hay naturalidad en el trato con el niño, por lo tanto, la infancia no es del todo real.

Cuanto más se cultive el presente del niño, más asegurado estará el futuro

¿Se les escucha?

Rotundamente, no. No se sabe escuchar. También es cierto que a veces los adultos están tan maltratados que no están para escuchar al niño. En mis años de director de escuela, los padres me comentaban su experiencia. Me decían que cuando llegaban a casa tras un día duro de trabajo, y el niño venía preguntando cuestiones difíciles, no sabían qué hacer. Yo les decía: tenéis que estar tranquilos. Si de verdad estás cansado y le dices: déjame, ya te contestaré más tarde, y esto es sincero, el niño lo sabe. No tengas miedo, lo entenderá.

Por otro lado, en esta sociedad tan marcada por el imperativo de la producción, no se da valor a aquello aparentemente inútil como es el rato de juego.

Y es un elemento importantísimo para su desarrollo, pero muchas veces los adultos no lo ven. Los padres están tan preocupados por el futuro del niño, por la carrera universitaria que deberá estudiar, por los idiomas que deberá aprender, que no les dejan ser niños. Se cree que la infancia solo vale por lo que será en un futuro, sin pensar que el niño es el presente absoluto. Cuanto más se cultive su presente, más estará asegurado su futuro.

Poeta defensor de la espiritualidad La entrada en Wikipedia dedicada a Jordi Cots i Moner hace referencia también a una faceta menos conocida de la trayectoria del abogado y pedagogo: su pasión por la poesía. Ha escrito varios poemarios, y su obra está muy vinculada a la espiritualidad. Un concepto que considera que debería estar más integrado en la escuela. “Muchas veces espiritualidad e interioridad provocan un cierto recelo porque se dice que pertenecen a una dimensión religiosa. No es verdad. La Convención ya habla de esta dimensión espiritual, que debe inculcarse y cultivarse para que el niño pueda tener una vida más plena”. El lugar escogido por Cots para esta entrevista da cuenta de la atención que dedica a las cuestiones del alma: el claustro del convento del oratorio de Sant Felip Neri, situado en el barrio barcelonés de Gràcia. Un marco que invita a la meditación y el reposo, habitado por la paz y el sosiego, con la única presencia, en la hora escogida para esta conversación, de un gato de pelo anaranjado que se entrega a un apacible sueño de buena mañana en una de las sillas depositadas en el claustro. El pedagogo defiende que la poesía ayuda a cultivar la faceta espiritual del ser humano, y que, por lo tanto, su presencia en la educación de los más pequeños es fundamental. Joan Margarit califica este arte como una “herramienta contra la intemperie moral” y Matthew Arnold se refería a él como una “ayuda”, mientras que el alemán Novalis consideraba que la poesía es una “verdad absoluta”. Reflexiones a las que Cots añade: “La poesía es un medio de comprensión de la vida, y además tiene un aspecto práctico: educa la memoria”. Sin olvidar otra cualidad primordial: “Tener poemas aprendidos de memoria es muy bueno para recurrir a ellos en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos”.

¿Los niños son más o menos autónomos que antes?

Aparentemente son más autónomos, pero no estoy seguro de que lo sean de verdad. Porque ellos necesitan un equilibro entre esa autonomía y su relación con los adultos. Considero que existe un gran problema de relación entre adultos y niños. Se necesitan mutuamente. Si no hay un equilibrio en esta relación, la autonomía nunca será verdadera. Los niños no pueden subir solos, pero la relación con los adultos debe ser natural.

Usted fue el primer ombudsman para la infancia en Cataluña y es un gran conocedor y divulgador de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. ¿La sociedad tiene presentes estos derechos?

No. Ni siquiera se sabe que existe la Convención, y se tiene un recelo instintivo hacia la idea de los Derechos del Niño. A veces se asocia a una reivindicación. Ese recelo hace que existan pocas acciones para divulgar el texto de la Convención. Ni siquiera en las facultades de Derecho se enseña. Se empezó a enseñar antes en las facultades de Psicología y Pedagogía que en las de Derecho.

¿Y la escuela, los tiene presentes?

Tampoco. Me he encontrado con maestros que tienen miedo a los Derechos del Niño. Tal vez piensan que darlos a conocer les puede restar autoridad en el aula. En general, los ignoran. No forma parte del currículo de las escuelas de formación de profesorado, cuando debería ser un ingrediente básico. La Convención no es solo un texto jurídico, puede llegar a ser un instrumento pedagógico. Presenta una imagen completa del niño, lo que puede ayudarnos a relacionarnos con él.

¿Qué les diría a los docentes?

Primero que conocieran la Convención porque es un texto útil para su trabajo. En ella aparecen los derechos sociales y los civiles, que se complementan unos a otros y abarcan todas las dimensiones del niño. Los derechos sociales son los clásicos: un techo, alimentación, escuela, salud, etcétera. Los derechos civiles están relacionados con el ser escuchado, la libertad de pensamiento y religión o el derecho a asociarse. Tenerlos en cuenta puede generar una mayor riqueza en la relación con los niños. También se menciona la dimensión espiritual del niño, al lado de la dimensión física, psicológica, social, moral. A los niños les importan mucho los derechos civiles. Más que los derechos sociales, que entienden que ya es preocupación de los adultos. Ellos te dirán: a mí nadie me escucha, no hay derecho, no hay justicia.

¿Se respetan estos derechos en la escuela?

El ignorarlos ya es una falta de respeto. Existe, como decía previamente, el miedo. Se tiene miedo a la escucha. Escuchar a un niño no significa que se tenga que hacer lo que él pide. Esto lo saben primeramente los mismos niños. Pero se les debe reconocer el derecho a opinar: preguntarles qué les parecen las cosas o cuál es su punto de vista ante determinadas decisiones.

¿Qué debe hacer la escuela para avanzar en este terreno?

Tiene que actuar en dos direcciones. Una, con el ejemplo. Y la otra, instruyendo. Debe preguntarse si como institución respeta los Derechos del Niño, tanto sociales como civiles. Y después, tendría que dedicar algunas sesiones a dar a conocer estos derechos, por ejemplo, aprovechando alguna efeméride, como el Día Internacional de los Derechos del Niño, que se celebra cada 20 de noviembre. A veces se explican evocando la infancia trágica de otros países. Es importante, pero no debe servir para escamotear la situación que tenemos aquí. Aparentemente es buena, pero sobre todo en el plan de la escucha no ha llegado al nivel que tendría que llegar.

¿Los Derechos de los Niños es una cuestión de leyes y convenciones o de actitudes?

De ambas. Tienen que estar reflejados en un texto, como hoy existe, pero también se tienen que notar en las actitudes. En Ginebra existe un Comité de los Derechos del Niño. Ante este Comité, los estados que han firmado la Convención, que son casi todos, tienen que presentar periódicamente cada cuatro años un informe sobre el cumplimiento de la Convención en los distintos países. El Comité siempre pide a los estados: no nos expliquéis las leyes que habéis hecho, explicadnos las políticas que habéis seguido.

¿Cómo cambiar las actitudes cuando no son las correctas?

A veces los mismos niños nos hacen cambiar, si estamos atentos. Para las escuelas es importante además que tengan una buena relación con los padres. Se puede pedir la colaboración de las familias para hacer que esos derechos se cumplan, y para conseguir un hacer común entre escuelas y padres.

¿Cuáles serían las acciones más urgentes?

En estos momentos de crisis, hablar de lo urgente quizás cuesta. Pero yo creo que la escucha sería lo más urgente. Debemos tener presente que la escucha está íntimamente relacionada con todos los derechos, y que todos ellos deben avanzar a la vez. Hace unos años se celebró un congreso en Estocolmo sobre prostitución infantil y maltrato sexual. Se puso sobre la mesa que una de las maneras de prevenir los abusos sexuales era fomentar los derechos civiles en el sentido de educar a los niños a tener un pensamiento y saber responder cuando eran preguntados. Para que tuvieran conciencia de que si lo que sufrían era un verdadero abuso o no, y supieran decir “no” cuando fuera necesario. Los niños que han sido educados en todo los derechos de la Convención, entre ellos la escucha, están mejor preparados para la vida.

¿Se tiene presente que toda la sociedad es responsable de la infancia?

Lamentablemente, no. A veces se tiene la impresión de que los niños son de determinados profesionales y expertos, como los maestros o los trabajadores sociales, y de determinados departamentos gubernamentales, como el de Educación y el de Bienestar Social. Se debe fomentar la idea de que todos los niños son responsabilidad de todos. No solo nos atañen los nuestros o los de los amigos de nuestros hijos.

La escucha está íntimamente relacionada con todos los derechos

¿Qué es el interés superior del niño?

Es atender a las consecuencias que pueda tener cualquier decisión de cualquier ministerio en el bienestar de la infancia, independientemente de que vaya dirigida o no de manera expresa a los niños. La primera ombudsman infantil, una noruega en el año 1981, siempre dejó claro que le interesaban las consecuencias de las políticas de todos los ministerios. Por ejemplo, en Noruega tienen un Ministerio del Petróleo. Miraba si sus acciones podían influir en el bienestar del niño, porque la subida o bajada de precio de los hidrocarburos podía tener repercusiones en la infancia. También influyen, por supuesto, las decisiones del Ministerio de Hacienda o del de Obras Públicas.

Usted ha estudiado la obra de Janusz Korczak. Decía que no le gustaban los pedagogos, y se definía como un antipedagogo. Prefería utilizar la expresión “amigo de los niños”. ¿Por qué?

Ante todo, diría que para mi Korczak es un modelo, porque es un gran educador y un gran defensor de los derechos del niño. Por otro lado, es verdad que era muy exagerado. Decía que los pedagogos eran gente muy teórica, que pueden importunar a los niños y no hacerlos crecer. Él tenía una relación más directa con la infancia. Era director de un orfanato de niños judíos en Varsovia, cuyo pilar fundamental era la escucha. Tenía una revista escrita por los mismos alumnos, y un tribunal de niños, en el que se solventaban los conflictos que surgían en el centro. Él mismo se sometió al tribunal alguna vez.

En el orfanato había un régimen de autogestión. Korczak ya hablaba de la república de los niños. En ese sentido fue un avanzado.

Sí, es un modelo de cómo se tendría que trabajar con los niños. Un modelo de escucha y respeto ante la personalidad del niño. Él explicaba cosas concretas y tenía una relación viva con los niños.

Korczak ya decía que los niños no son los ciudadanos del mañana, sino las personas del presente.

Claro. Y todavía cuesta de entender. A veces se hace burla. Cuando la Convención dice en su artículo 1 que el texto se aplica a todas las personas que no han llegado a la mayoría de edad, no se entiende que esto también atañe a los niños de meses. En los artículos del 12 al 17, relacionados con los derechos civiles, se dice que intervendrán progresivamente de acuerdo a su progresiva madurez.

En su libro La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Guía breve también incluye una cita de Locke: “El niño es como un viajero acabado de llegar a un país extranjero del cual no sabe nada”.

Sí. Cuando te cruzas por la calle con parejas que van con sus bebés –en el barrio en el que vivo, en Gràcia, hay muchos–, estos niños te miran de un modo tan intenso que te llegan a turbar. Y piensas: estos te están chupando con los ojos. Entonces se están construyendo a sí mismos.

¿Y nosotros, los adultos, los entendemos?, ¿o son también para nosotros como viajeros venidos de otro planeta?

Si queremos, podemos entenderlos. Nosotros tenemos que ser el planeta, amigable, al que ellos puedan acceder sin que les pongamos dificultades, con naturalidad. Uso mucho la palabra naturalidad, porque es una de las cosas que más cuesta. Y con los niños hay que ser natural. Ellos lo saben, si eres natural o no. No les puedes engañar.

Un informe reciente de la colección de Estudios Sociales de “La Caixa” revela que uno de cada tres niños es pobre en España. ¿Cómo combatir esta pobreza?

Existen muchas formas de pobreza. Por un lado, la pobreza material, que es grave, y también la pobreza cultural. Existen desigualdades entre las infancias. Hablar de clases sociales quizá es desafortunado, pero existen. Las clases altas, que pueden proporcionar una educación de calidad a sus hijos, pueden ofrecerles ventajas enormes en la vida. Entre ellas, un tiempo de ocio rico que influye en su satisfacción propia. No es lo mismo vivir en una casa donde hay libros que donde no los hay. La pobreza cultural es criminal, porque afecta a la vida en todos sus aspectos.

¿Existen políticas realmente decididas y efectivas contra la exclusión infantil?

Diría que no se actúa con sinceridad. Solo de manera oportunista. Considero que se debería explicar mucho mejor a la ciudadanía a qué se destinan las distintas partidas de los presupuestos. Esta necesidad de explicarse podría influir en unas políticas más efectivas.

En los años de experiencia como ombudsman para la infancia en Cataluña, ¿qué casos encontró más preocupantes?

Al Síndic de Greuges solo llegaban en mi tiempo los adultos, padres y algunos profesionales de la infancia. No se acercaban los niños directamente. Solo a veces. Ahora poco a poco sí vienen más. Cuando recibíamos quejas de los niños, estas estaban relacionadas con los derechos civiles, decían que no se les escuchaba. En cambio, los padres presentaban quejas, a veces dramáticas, sobre cuestiones de salud y educación. Una vez se presentaron cuatro madres con cuatro niños muy pequeños que sufrían incapacidad múltiple, física y mental. Exponían que no tenían transporte adecuado para llevarlos a un centro específico. Desde el punto de vista de la educación, había casos de falta de escuela o de puesto de centro escolar adecuado cerca de casa, y existía una carencia de educación inclusiva: la posibilidad de que los niños con discapacidades físicas o mentales estuviesen escolarizados en centros normales.

¿Cuáles son los mayores riesgos a los que todavía está expuesta la infancia?

Diría que una parte de la infancia no tiene la educación que se merece.

¿Qué debería incorporar la escuela para mejorar la calidad de la educación?

Hay dos ideas básicas que deberían hacer reflexionar a todo el sistema. Puede parecer abstracto, pero un concepto fundamental es el respeto, que se confunde muchas veces con la permisividad. Ligado a ello está la confianza. Otra cuestión más secundaria es la atención a los progresos técnicos. Saber dominarlos y presentarlos como un medio, no como un fin. Los maestros deben estar tranquilos. Si son buenos, nunca se verán superados por la tecnología. Debe existir un acuerdo entre escuela y familia para la utilización de los medios tecnológicos. Pero, como digo, esto tiene una importancia secundaria. Si el ambiente de la escuela es de respeto, todo lo demás ya se solventará por sí solo.

Algunos títulos publicados Cots, Jordi ; Anna Maria (1988). L'observació dels nois a l'escola. Barcelona: La Llar del Llibre. Cots, Jordi (coord.) (1992).  Llibre blanc de legislació d'infància. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Cots, Jordi (1994). Familia. Derechos y responsabilidades. Ginebra BICE - (2015). La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Guía breve. Barcelona: Associació de Mestres Rosa Sensat.
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