Soraya Marquínez Meneses
Inmaculada González Delgado
Maestras de Educación Infantil en el CEIP Petra Lafont, de Tardajos (Burgos).
Correo-e: sorayamarquinez@hotmail.com
inmagode@hotmail.com
Escuchar, hablar, leer y escribir. Las cuatro habilidades lingüísticas de comunicación son la base del proyecto llevado a cabo con el alumnado de Infantil del CEIP Petra Lafont, de Tardajos, que las trabaja y desarrolla de forma práctica e integrada, a través de dibujos de palabras de uso cotidiano y que, por tanto, tienen significado para el alumnado.
Con este proyecto pretendemos que los niños y niñas adquieran una buena competencia comunicativa, para la cual tan importante es tener una buena competencia lingüística como una correcta competencia pragmática. Por competencia lingüística entendemos el sistema de reglas lingüísticas, interiorizadas por los hablantes, que permite entender un número infinito de enunciados lingüísticos. Aquí se engloban la fonología, la morfología, la sintaxis, el léxico. Es decir, lo relacionado con la gramática. La competencia pragmática, por otra parte, se refiere al conjunto de los conocimientos no lingüísticos que tiene interiorizados una persona y que le permiten utilizar la lengua en un contexto social para llevar a cabo actos de habla.
El enfoque del proyecto es, por tanto, comunicativo, y se trata de que el alumnado desarrolle esas cuatro habilidades que, según el código, podemos clasificar en orales (escuchar y hablar) y escritas (leer y escribir). Entre ellas hay muchas diferencias (véase el Cuadro). Pero estas habilidades no funcionan aisladamente, sino que se integran entre sí. Y en nuestro proyecto de lectoescritura también las hemos integrado, con un apoyo tanto oral como visual, para que la información llegue al alumnado por varios canales a la vez.
Vocabulario activo y pasivo
Para trabajar cada grafema escogemos unas cuantas palabras (generalmente cinco, una con cada vocal) teniendo en cuenta los dos tipos de vocabulario que existen: el vocabulario activo, que es el que el niño utiliza al hablar en su vida cotidiana, y el vocabulario pasivo, que son aquellas palabras que es capaz de comprender, aunque no las emplee en su vida diaria. El objetivo es que el proyecto sea algo cercano al niño, significativo, relacionado con lo que ya conoce, a la vez que intenta ampliar su léxico.
Las palabras elegidas también tienen por objeto mejorar la comprensión y la expresión del alumno. Es decir, mejorar la escucha y el habla, dos de las habilidades lingüísticas y, por supuesto, ser la base de la lectura y de la escritura.
A la hora de presentar un grafema nuevo, se da a conocer junto con las cinco palabras seleccionadas, cada una de ellas acompañada del dibujo correspondiente. Al trabajar la letra ese, por ejemplo, se eligen las palabras "sandía", "serpiente", "silla", "sol" y "suma" (véase la Figura). Así, los niños y niñas van adquiriendo una conciencia léxica, cuyo desarrollo es lento y que se inicia con las palabras más relevantes.

Al pronunciar cada palabra y cada fonema, las maestras podemos observar si nuestros alumnos y alumnas tienen algún problema, por ejemplo, en el modo o punto de articulación o en la salida del aire. De esta forma, podemos prevenir, detectar o corregir alteraciones fonéticas y también fonológicas. Por alteraciones fonéticas nos referimos a errores motrices, permanentes y sistemáticos en la pronunciación de determinados fonemas, que afecta a aspectos puramente articulatorios, mientras que el sistema fonológico está bien establecido. Las alteraciones fonológicas tienen que ver, en cambio, con el nivel perceptivo y organizativo, es decir, con los procesos de discriminación auditiva.
Las pautas que seguimos son corregir solo los errores más importantes, en un grado aceptable para cada alumno, y fomentar la autocorrección y la colaboración entre compañeros.
De hecho, para trabajar las letras, no nos regimos por el orden del abecedario, sino que establecemos otro distinto, basándonos en la complejidad del fonema. Tenemos en cuenta la dificultad fonética, atendiendo al punto y modo de articulación (comenzamos con la eme, la pe, la te…). A su vez, también contemplamos la dificultad en el trazado de las grafías (terminamos con la ka y la uve doble).
Conciencia silábica y fonológica
Una vez presentadas las palabras tipo, se trabaja la conciencia silábica, ya que los estudios corroboran que los niños prelectores, sobre todo de cuatro años, responden muy bien a pruebas de segmentación silábica.
Uno de los ejercicios que proponemos consiste en unir sílabas con dibujos. Siguiendo con el ejemplo de la letra ese, en una columna se colocan desordenadas las sílabas "sa", "se", "si", "so" y "su", y en otra los dibujos de las cinco palabras seleccionadas que empiezan con esas sílabas para que los niños y niñas las relacionen. Para reforzar la conciencia silábica, en otro ejercicio les pedimos que dibujen algo que empiece por esas mismas sílabas.
A continuación se trabaja la conciencia fonológica, es decir, la capacidad de comprender que las palabras están formadas por sonidos individuales que se suceden en un orden temporal. Por supuesto, esta conciencia se adquiere más tarde que la conciencia silábica y la léxica.
Para trabajarla, se presentan los dibujos de las palabras seleccionadas con su nombre debajo, pero incompleto ("andía", "erpiente", "illa", "ol" y "uma") y los alumnos y alumnas deben escribir la letra que falta. En otra actividad, aparecen varios dibujos y solo deben colorear los que corresponden a palabras que empiezan por el sonido en cuestión.
En definitiva, la maestra enseña unos dibujos que tienen un nombre con significado para los niños y niñas. Ella lee esas palabras (con lo que se desarrolla la habilidad de escucha) y los alumnos las repiten, comentan, se corrigen, etc. (habilidad de habla).
Luego reconocen las palabras asociándolas a una imagen, después leen sílabas y finalmente fonemas. Es decir, son capaces de leer (habilidad de lectura). Y, por último, escriben; al principio copiando, pero después ellos solos van siendo capaces de realizar sus propias producciones (habilidad de escritura).
Como resumen de cada fonema y grafema trabajado, cada alumno y alumna elabora su propio libro abecedario. Eligen su propia clave, o palabra de asociación o referencia, para cada grafema-fonema y hacen un dibujo de la palabra escogida.

Se trata de que sea un abecedario cercano a ellos, significativo, con sus propios dibujos y letras. Que les recuerde que son capaces de leer y escribir. Y que los motive a aprender, haciendo elecciones y tomando decisiones, es decir, teniendo una actitud activa y participativa.