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Cuenta atrás para la Ley Trans
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Cuenta atrás para la Ley Trans

  • 24-11-2022 | Rubén M. Mateo
  • La presidenta de la fundación Arelas, un activista trans, una portavoz de Dofemco y una madre de la asociación Amanda relatan sus experiencias y opinan del proyecto de Ley Trans
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El proyecto de Ley Trans está generando en distintas esferas de la sociedad uno de los mayores debates de la legislatura. Las cuestiones técnicas legales, la edad para el cambio de sexo y nombre, las voces críticas de los pediatras, la marcha atrás en normativas internacionales inspiradoras o los efectos que traerán en el ámbito educativo, donde ya existen algunos protocolos y normativas trans a nivel regional, no dejan de ser temas controvertidos. La presidenta de la fundación ARELAS, Cristina Palacios, un activista trans, Marco Soria, una de las portavoces de Docentes Feministas por la Coeducación (Dofemco), Araceli Muñoz, y una madre de la asociación Amanda, relatan sus experiencias y abordan cuestiones que han generado debate desde la irrupción del proyecto de Ley Trans.

Uno de los factores vertebrales, para situarse y no perderse, es la autodeterminación de género. Y es que, con la futura Ley Trans, para cambiar de sexo bastará solo con acudir al Registro Civil. No hará falta ningún informe psicológico, médico, ni pasar por un período de hormonación de dos años como hasta ahora para acreditar su condición. Únicamente servirá la propia declaración de acuerdo al sexo con el que una persona se siente identificada. Según el proyecto, se permite la autodeterminación de género desde los 12 años —el PSOE presentó recientemente una enmienda para limitarla hasta los 16 años y que se necesite la autorización judicial para hacerlo con el objetivo de «reforzar las garantías» de acuerdo con «el interés superior del menor».

La normativa que verá la luz próximamente también tendrá efectos en el ámbito escolar. «Los niños, niñas y niñes menores de 12 años serán tratados en los centros educativos conforme al nombre elegido», se puede leer en el texto impulsado por la ministra Irene Montero. Una decisión que podrán asumir los propios menores sin contar con los padres. Los menores que hayan modificado su sexo en el registro también tendrán que usar los baños y los vestuarios acordes a su condición legal en los institutos o zonas deportivas.

«El ámbito educativo antes era visto como hostil»

El «Protocolo educativo para garantizar la igualdad, la no discriminación y la libertad de identidad de género» de Galicia fue aprobado en 2016. Durante la presentación estuvo Cristina Palacios, presidenta y socia fundadora de la Asociación Arelas, que agrupa a familias de menores trans. Su hija Sara es el primer caso de menor trans documentada en Galicia. «Estoy hablando de hace casi nueve años. No existían protocolos educativos. Fue un principio duro, en el que me encontré muchas trabas. Cuando plantee que mi hija, no habiendo cambiado legalmente su identidad, fuera al baño de niñas, se la tratara en femenino, por el nombre de Sara, eso ya fue toda una lucha», explica Palacios, que recuerda encontrarse con parte del equipo directivo y parte del profesorado en contra.

El apoyo de la tutora favoreció que Sara iniciara el tránsito social al comenzar cuarto de primaria. También contó con el apoyo de la pediatra, que derivó el caso a salud mental. «Gracias a la profesora, que nos apoyó 100%, salió adelante y la cosa se fue normalizando. Pero los primeros días fueron difíciles. Había gente que no la llamaba por el nombre correctamente. Los primeros días no se comunicó al resto de los alumnos, no se les explicó las cosas. Antes de hacer el tránsito no cumplía con los criterios normativos de género, no era masculino… A Sara ya llevaban mucho tiempo llamándole mariquita y maricón. Esos mismos niños, cuando vieron que se presentaba como Sara, te puedes imaginar. Le decían un poco de todo», lamenta la presidenta de Arelas, que a día de hoy además imparte formación, un elemento que considera fundamental.

«Si desde la diversidad afectivo sexual, el derecho a ser diferente lo vas trabajando durante todas las etapas de la vida, cuando aparece una persona trans en un colegio no va a parecer extraño», expone Palacios, que señala que también el profesorado requiere de ciertas herramientas para actuar y acompañar. Sobre el protocolo gallego considera que fue un antes y un después en los centros educativos de la comunidad autónoma. «El protocolo logró incluir en el ámbito educativo una realidad que no estaba. Ofrece unas herramientas a centros educativos para saber acompañar a una persona que manifiesta ser trans. Por ejemplo, llamarles por el nombre y el pronombre correcto, aun no habiéndolo cambiado legalmente. También es útil para que puedan hacer uso del espacio que está dividido por sexos en el que se sientan más seguros. Todos estos cambios hacen que la persona se encuentre a gusto en el ámbito educativo porque antes lo veía como un ámbito hostil», asegura la presidenta de Arelas, por la que han pasado más de 1.100 casos.

A Arelas suele llegar gente de entre 13 y 15 años. Subraya que en algunos casos con mucho sufrimiento y con graves problemas de depresión y ansiedad, incluso autolesiones. «Llegan personas que tienen mal comportamiento fruto de esa frustración, bajo rendimiento académico y que muchas veces no quieren ir a clase. Esas personas sobre todo dejan de comer, tienen trastornos alimenticios. Si es un chico trans suele dejar de comer porque así no tienen la regla ni tanto pecho. Si es una chica trans, para no ser tan corpulenta. Lo de los trastornos de alimentación es algo que vemos mucho», lamenta la presidenta de Arelas, que apunta que para acceder a un tratamiento hormonal pasa mucho tiempo. «Mi hija hizo el tránsito hace más de 8 años y ha accedido al tratamiento hormonal en enero, con 16 años. Aquí en Galicia, hasta que no tengas 15 o 16 años no te van a dejar hormonarte. Parece que ahora se da una imagen de que se hormonan y se arrepienten al día siguiente. Yo no conozco esa realidad, sinceramente», sostiene.

«El protocolo logró incluir en el ámbito educativo una realidad que no estaba. Ofrece unas herramientas a centros educativos para saber acompañar a una persona que manifiesta ser trans», sostiene Cristina Palacios, presidenta de Arelas

Sobre la Ley Trans en Arelas tienen sentimientos encontrados. «El borrador dice que por debajo de los 12 años los menores trans no van a poder cambiar el sexo. Nosotros en Galicia, en Arelas, llevamos cambiando nombre y sexo a menores por debajo de los 12 desde el año 2016. Es decir, para nosotros esto es todo un retroceso. Y ahora la ley nos dice que por debajo de los 12 olvídate. Es una ley Trans que aquí en Galicia nos va a hacer retroceder seis años. Lo bueno es que pone las realidades en el foco», considera Palacios.

Desconocimiento en el profesorado

Marco tiene 24 años. Recuerda que desde que tiene uso de razón había algo que no encajaba. «Tardé 18 años en ponerle nombre», confiesa. Escoger la etiqueta de lesbiana era algo que en su caso no le completaba. «Ahora puedo decir perfectamente que soy un chico trans heterosexual porque me gustan las mujeres», afirma. La presencia de estas situaciones en los colegios y la aparición de cada vez más referentes en medios y televisión confiesa que también ha contribuido a avanzar. Durante su etapa académica subraya que echó en falta ciertas cosas. Por ejemplo, en la asignatura de educación física, dice haberse sentido «más vulnerable por el tema de los vestuarios» y necesitado de vestuarios más inclusivos.

«Tanto en la escuela como en el instituto he echado en falta referentes o contar con recursos para que personas trans se sientan mejor representadas. Por ejemplo, en las explicaciones del profesor de biología, en cuanto al aparato reproductor, normalmente se ponen siluetas femeninas y masculinas y ponen aparato reproductor masculino y aparato reproductor femenino. Son dos cajas», explica Marco Soria, para sugerir que en lugar de ellos podrían exponerlo como aparato reproductor gestante y aparato reproductor fecundante.

«El sexo biológico viene definido por una serie de cromosomas sexuales, forman unas figuras que son XX, te da la vulva. Un médico cuando ve una vulva te va a decir que esta persona es una mujer. Nada más nacer. XY nace esa persona con pene. Un médico va a decir que es hombre. Pero estamos mezclando todos los conceptos de sexualidad, género, identidad, sexo biológico, expresión de género… Porque son independientes unos con otros. Al final cuando hablamos de teorías científicas solo tenemos en cuenta lo conocido. Caja masculina y femenina. Y no tenemos en cuenta que la identidad no depende del aparato reproductor. Entonces hablan de que esto son teorías de género pero no es nada fuera de lo normal. Es ciencia y hay que hablar con propiedad. No puedes dejar a una parte del estudio fuera porque no te conviene sacarla. Hay que meter también a las personas intersex, a las personas trans, porque al final siempre reducimos todo a dos cajas. Masculino y femenino. Y eso no es así», explica Marco.

Por otro lado, destaca que actualmente en los centros para algunos temas y actividades se forman grupos en los que cada alumno cuenta con el apoyo de otros más mayores, y eso le hubiera venido bien. Sobre el profesorado sostiene que «aunque te puedes apoyar en ellos, sí que es una pata que puede cojear un poco. Pero no por maldad, sino por desconocimiento».

«Ya no es por ejemplo en el tema de no tener ni idea de que es una persona no binaria, sino en el caso de tener que actuar cuando un alumno me está diciendo que es trans: cómo le cambio el nombre, cómo tengo que actuar…», sostiene. En Zaragoza, donde reside, la Comunidad de Aragón mandó unas pautas a todos los institutos y hay una norma aprobada desde hace años. Para él, la Ley Trans es un recurso que dotará de uniformidad a todas las comunidades para que todo el mundo cuente con los mismos derechos. Aunque, sobre la posibilidad de no poder cambiar el nombre y sexo para menores de 12 años considera que es un hándicap, porque «no todos los menores trans son acompañados por la familia. Es un colectivo que cuenta con el rechazo familiar en muchas ocasiones».

Marco Soria inició el tránsito social y también quirúrgico, una decisión en la que se reafirma: «Lo tenía claro a los 4 años, a los 12, a los 18 y a los 24 que tengo ahora». Una transición de género en la infancia que puede suceder de distinta manera. Puede suponer un cambio de nombre, o del uso de los pronombres, o se puede modificar la apariencia. Según el primer estudio que se publica sobre menores trans, solo el 2,5% detransiciona —socialmente–. El informe, elaborado por investigadoras de la Universidad de Princeton, lideradas por Kristina R. Olson, psicóloga especializada en desarrollo infantil y adolescente, asegura que la gran mayoría, un 94%, siguieron conformes con su decisión y un 3,5% les sirvió para descubrir que su género no es binario. El estudio fue publicado en mayo en la revista Pediatrics —la publicación oficial de la Academia Americana de Pediatría– y contó con un seguimiento de 5 años (2013-2018) a 317 menores que acababan de iniciar su proceso social —no médico– de transición de género: 208 niñas trans y 109 niños trans de entre tres y 12 años tanto de Estados Unidos como de Canadá.

«Yo lo tenía claro a los 4 años, a los 12, a los 18 y a los 24 que tengo ahora», sostiene Marco Soria, activista trans, que denuncia que el colectivo «cuenta con el rechazo familiar en muchas ocasiones»

Soria considera que hay un avance considerable en el proyecto de Ley Trans con respecto a la Ley de 2007. «Esta ley (2007) es un poco injusta porque yo, como chico trans, la transición por la que he optado es salir del armario y tomar hormonas, y me he operado de mis pechos, pero no todo el mundo que sea chico trans se va a querer hormonar u operar. Y digo esto porque actualmente para poderte cambiar el nombre y el sexo es necesario acreditar dos años en hormonas. Con esta ley no sería obligatorio. No todo el mundo quiere ni puede hormonarse», subraya.

Médicos piden un debate reflexivo

Las críticas al proyecto de Ley Trans han llegado desde varios ámbitos. Uno de ellos ha sido el médico, al que se excluye. «El colectivo pediátrico representado considera que el Proyecto de Ley Trans no valora en la medida que sería deseable la participación de los padres y los profesionales sanitarios en el proceso de autodefinición sexual de los niños y niñas», se puede leer en el comunicado publicado recientemente por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), que recuerda que la adolescencia es un período en el que las personas pueden tener una cierta «indefinición e inseguridad» sobre los roles sexuales y otros aspectos del desarrollo personal.

Asimismo, la asociación, que representa a más de 5.300 pediatras en España, concluye que «la ayuda de profesionales sanitarios, en especial de la salud mental, puede jugar un papel importante en el desarrollo de la identidad y orientación sexual». La AEPap, que dice echar en falta un debate social «necesario para para conseguir una regulación más ajustada a las necesidades de las personas trans y un mayor consenso», también recomienda «promover un debate reflexivo, extremar la prudencia en las actuaciones destinadas a los niños y adolescentes y revisar algunos aspectos del proyecto».

Según Cristina Palacios, «la Ley Trans está siguiendo el criterio de la OMS, que es referente en el ámbito médico y de la salud. La OMS ha hablado. Por el hecho de ser trans, no hay porqué ir a salud mental. Los han dejado fuera porque no son legisladores y porque el colectivo entiende que la salud mental tiene una labor de acompañamiento, no el de tutelar a las personas trans».

Recientemente, la periodista Sandra León publicaba una entrevista con Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental, y jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón. En ella, el catedrático ponía sobre la mesa una de las situaciones que se está encontrando en su trabajo: eclosión de adolescentes que resuelven sus crisis asumiendo que son trans. Arango recuerda en la entrevista que desde hace tiempo la OMS decidió desmedicalizar la transexualidad y que por tanto no es un trastorno mental. «A los trans que llevan toda la vida diciendo que están en un cuerpo equivocado hay que darles una solución, y es evidente que, en su caso, el cambio de sexo hormonal y quirúrgico en muchos casos sí funciona. Pero esos siempre han sido casos excepcionales», explica. Donde pone el foco el psiquiatra es en unos casos que sí que le «preocupan muchísimo». Los que asumen ser trans sin serlo.

«Ahora lo que está de moda es que los jóvenes que tienen algún tipo de trastorno mental como trastornos de la personalidad, depresiones, autismo, asperger, etc., de repente, de la noche a la mañana, dicen “ya sé lo que me pasa: soy trans y ésa es la solución a mis problemas”. Y es entonces cuando se convencen de que lo que necesitan es tener un sexo distinto y, como se está yendo a un modelo en el que no es necesaria la autorización judicial, incluso parece que no lo será en menores, estos chicos acceden a las hormonas muy fácilmente a través de sistemas privados. ¿Y qué es lo que estamos viendo? Pues que, pasado un año, dos o tres, se arrepienten y dicen “pues resulta que no era esto lo que me pasaba, debe ser otra cosa, porque sigo igual o estoy peor incluso”. El problema es que esto es irreversible y entonces tienen una doble carga, y esto no lo podemos permitir», explica el psiquiatra, que invita a los legisladores a visitar una unidad de hospitalización de psiquiatría de adolescentes y a hablar con los ingresados para escuchar los casos en voz de los propios protagonistas y de las familias.

Arango no se declara en contra de la autodeterminación. «Yo de lo que estoy en contra es de que no se haga un diagnóstico diferencial de lo que no es trans, ya sea en menores o en adultos. Con los menores, todavía más, porque la adolescencia es un momento de la vida de enormes incertidumbres e inestabilidades, y hay cosas que en la adolescencia parecen clarísimas y luego no lo son. Pero soy partidario de ese diagnóstico en todos los casos, porque, antes de dar o hacer algo que es irreversible, tenemos que asegurarnos de ello. Yo no hago un trasplante hepático a alguien porque me diga que eso es lo que necesita. Yo le hago dos mil pruebas para ver si realmente lo necesita y si le va a venir bien. Y ya digo que está habiendo un incremento bestial de adolescentes que de repente asumen ser trans sin serlo», concluye en la entrevista concedida a Sandra León en Libertad Digital.

La Ley Trans impulsada por la ministra de Igualdad Irene Montero se inspiró también en países como Suecia, Finlandia o Reino Unido. Se trata de países que están dando marcha atrás debido a que cada vez son más las personas que se arrepienten de la transición y denuncian una atención médica inadecuada y leyes que facilitan este cambio en una etapa de exploración.

Por ejemplo, el gobierno sueco establece como imprescindible la evaluación psiquiátrica sin que sea considerada terapia de conversión y está indemnizando a los destransicionadores afectados. Finlandia ha decidido modificar su legislación para favorecer los tratamientos psicológicos y la espera vigilante —además de subir hasta 25 años la edad mínima para los tratamientos médico-quirúrgicos–. Nueva Zelanda modificó el proyecto de ley de prohibición de terapias de conversión para proteger a los profesionales de la salud mental, ya que la valoración psiquiatra será de carácter obligatorio. El caso más popular fue el de Keyra Bell, una joven trans británica arrepentida tras una mastectomía. Bell se querelló contra al Sistema de Salud público por «aconsejarla» y suministrarle tratamiento hormonal sin una evaluación psicológica previa cuando tenía 16 años. En Reino Unido el Gobierno decidió cerrar Tavistock, clínica de referencia, por diagnósticos erróneos y unas 1.000 familias ahora están en proceso de demanda. Todos los tratamientos médicos a menores sin autorización judicial han sido suspendidos y terapias basadas en la evidencia, como la espera atenta, no serán consideradas terapias de conversión.

«Pedimos prudencia»

Mara es un nombre ficticio. Prefiere no revelar su identidad para proteger la de su hija, que un día le comunicó ser trans. Sin embargo, transcurrido el tiempo, dio marcha atrás y le comunicó que no era trans. Una decisión, la de volver al punto de partida, que le ha costado amistades en el ámbito escolar, lamenta su madre. «Mi hija tiene altas capacidades diagnosticadas y un más que posible TEA, que está en proceso de diagnóstico. Debido a eso, siempre ha tenido problemas de encaje social. A los doce años le dicen en una charla en el instituto que el sexo no es binario, que se puede nacer en un cuerpo equivocado y que, como a ella le gustan las matemáticas, vestir con chándal y vaqueros y tiene dudas sobre su orientación sexual (no está segura, pero cree que es lesbiana) su cerebro es masculino. Esto le crea un profundo conflicto personal y busca en redes sociales. Llega a la conclusión de que es trans y de que todos sus problemas se van a solucionar transicionando», explica esta madre que pertenece a la asociación AMANDA, que agrupa a 300 familias y que cuenta con el respaldo del Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Desde la asociación piden atender la disforia de género de inicio rápido (DGIR). Se trata de adolescentes, principalmente niñas, que de repente anuncian su deseo de transición al sexo opuesto.

La reacción de los padres de esta alumna fue la contraria a la que se espera en un primer momento: «Cuando nos lo dice la abrazamos, la tranquilizamos y le decimos que vamos a estar con ella siempre, en todo lo que necesite». Algo que la desconcierta, ya que en redes sociales había leído sobre no aceptación de la familia. Su hija pide de inmediato bloqueadores de pubertad y mastectomía. «Llegamos con ella al acuerdo, puesto que tiene un profundo sufrimiento, de que reciba ayuda de un psicólogo y esperar un poco de tiempo antes de tomar decisiones irreversibles», relata Mara, que asegura que su psicóloga se limita únicamente a tratar cuestiones de autoestima y encaje social.

«Tampoco lo tratamos apenas en casa, pues nosotros nos esforzamos fundamentalmente en reforzar nuestro vínculo con ella y demostrarle nuestro cariño. Al cabo de pocos meses, ella misma nos dice que estaba confundida, que es una chica y que cada chica puede serlo a su modo. Nos dice que sabe que es una mujer, lesbiana o bisexual, y que siempre lo va a ser. Si hubiéramos afirmado a mi hija en un primer momento esta marcha atrás habría sido muy difícil», comenta, para añadir que esta decisión ya tendría efectos irreversibles en su cuerpo. «Añado, pues lo considero muy significativo, que otras dos niñas de la clase de mi hija declararon ser trans después de esa charla», sostiene esta madre, que narra cómo fue el proceso con el centro escolar.

«Cuando nuestra hija nos cuenta que es trans hacía un mes que todos sus compañeros y buena parte de sus profesores la trataban en masculino y por su nuevo nombre elegido. Nadie del instituto nos llamó para decirnos nada. Nosotros pedimos cita con su tutor, que se justificó diciendo que habían considerado que era algo que formaba parte de la intimidad de nuestra hija. Solo tenía doce años. Le pedimos que hablase con el equipo docente y que volvieran a tratarla en femenino y por su nombre, al menos los profesores, si no los compañeros, ya que su psicóloga considera que la transición social la está perjudicando. La respuesta de sus profesores fue buena en general, nos dieron ese tiempo que pide la terapeuta», expone para destacar que el profesorado en este caso prefirió hacer caso a la psicóloga, pero que no siempre es así.

«Soy consciente de que nosotros fuimos afortunados, pues los profesores de mi hija prefirieron seguir los consejos de la psicóloga y no abrieron ninguno de los dos protocolos», narra. Otras familias de la Agrupación AMANDA, cuenta, se han encontrado claustros totalmente afirmativos y que no han dudado en dar parte a Servicios Sociales de la actitud de los padres, relata esta madre. Se trata de dos protocolos. El de atención al alumno, que supone el nuevo tratamiento según su identidad y nombre sentidos, así como el acceso a baños y vestuarios adecuados a ese sentimiento y la participación en todas las actividades según su nueva identidad. Si no lo hacen, con el nuevo proyecto de Ley, pueden ser acusados de transfobia y ver cómo se les abre un expediente y sanciones. Además, también deben abrir un protocolo por riesgo de desamparo a las familias no afirmativas, que pueden arriesgarse a la pérdida de la patria potestad.

De aprobarse el actual proyecto de Ley Trans, cualquier profesional no afirmativo podría ser acusado de cometer una infracción muy grave, lo que conlleva una sanción administrativa de hasta 150.000 € y hasta tres años de inhabilitación profesional. Este es uno de los puntos que trata el artículo firmado por el Doctor en Derecho Segismundo Álvarez Royo-Villanueva bajo el título Efectos indeseados de las leyes, ¿Ahora la Ley Trans? En este, el autor afirma que no duda «de que el proyecto de ley trans persigue proteger a un colectivo vulnerable como es el de las personas transexuales. Pero la realidad es que contiene normas que pueden perjudicar justamente a quien más protección necesita».

Álvarez Royo-Villanueva hace un repaso a las principales problemáticas que presenta la norma en su estado actual —en proceso de aprobación–. También expone algunos casos de los países anteriormente citados que están dando marcha atrás —enlaza informes elaborados por la sanidad de los dos primeros–, que han modificado recientemente los protocolos médicos en relación con la disforia de género, optando por la atención psicológica personal y la espera atenta en sustitución de las terapias de afirmación. «El proyecto, en cambio, expresamente prohíbe un examen psicológico que podría ayudar a una mejor orientación», afirma el autor.

Desde la asociación AMANDA ofrecen datos de los casos que reciben. Más de un 80% son chicas; la mayoría, casi un 90 % se comienza a identificar como trans entre los 11 y los 17 años, un 10 % después de esa edad; un 53% tiene altas capacidades diagnosticadas o se sospecha fundamentadamente que las tenga; el 71% tiene problemas evidentes de socialización y un 97% arrastra problemas emocionales o de salud mental previos, tales como TEA, depresión, PCA, TOC, TDA, TLP, bullying y/o abusos sexuales.

«Todos los perfiles son muy similares: adolescentes que han pasado mucho tiempo conectados a RRSS, muy creativos y amantes del manga y el anime. La mayoría comunican a sus padres que son trans por medio de una carta copiada de Internet. Todas las cartas que hemos recibido de los padres son prácticamente la misma, casi todos nuestros hijos e hijas utilizan las mismas palabras no habituales a su edad (mastectomía, testosterona, bloqueadores...)», dice Mara. Esta madre pone el foco en los talleres y charlas ofrecidas en los centros educativos.

«Lo que los padres observamos es que nuestras hijas dicen ser trans a la vez o inmediatamente antes o después que otras niñas de su grupo», explican desde la asociación Amanda, que agrupa a 300 familias.

«Lo que cuentan los profesores es que en los días o semanas posteriores a los talleres de igualdad hay niños, sobre todo niñas adolescentes, que se identifican como trans. Lo que los padres observamos es que nuestras hijas dicen ser trans a la vez o inmediatamente antes o después que otras niñas de su grupo. Como ya he dicho antes, los protocolos afirmativos en los centros educativos favorecen e incitan a la transición social y son la puerta de entrada a la transición médica», considera Mara, que subraya la palabra Prudencia como la principal demanda de la asociación.

«Ideas anticientíficas y sexistas»

«Las charlas y talleres sobre el tema trans que se están dando al alumnado en los centros desde la etapa de infantil en adelante, promueven la falsa idea de que el sexo se puede cambiar, de que se puede haber nacido en un cuerpo equivocado y de que hay cerebros de chicos y cerebros de chicas», expone Araceli Muñoz, doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid y una de las portavoces de Docentes Feministas por la Coeducación (Dofemco). Recientemente ha publicado un libro junto a otras tres autoras que lleva por título «La coeducación secuestrada: crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación». Lo definen como un libro incómodo y polémico que rompe con el relato oficial de identidad de género. No rehúyen la polémica y en él abordan los protocolos y normas trans puestas en marcha en distintas comunidades autónomas.

«Se trata de contenidos basados en creencias anticientíficas y doctrinales que nada tienen que ver con las necesidades del alumnado», afirma Muñoz, que ya abordó el pasado año, con ejemplos, el tema en una rueda de prensa. «El profesorado, siguiendo los protocolos educativos derivados de la legislación trans sólo puede acatar dichos contenidos sin ninguna crítica por muy fundamentada que esté y afirmar la autoidentificación sexual del alumnado, que es uno de los principales objetivos de estas leyes. No hacerlo se podría considerar transfobia y está tipificado como un delito de odio», considera.

En el caso de las familias, apunta Muñoz, el proyecto de ley «agrava su indefensión porque los padres y madres que no apoyen la identidad de género de sus criaturas pueden perder su custodia al considerarse abuso infantil no afirmarles como trans al margen de las razones contrarias a esta decisión que pueda argumentar la familia».

Estas leyes «ignoran» las opiniones de profesionales de la medicina, la psicología o de la educación, «que alertamos sobre su peligro», critica, para denunciar que no están siendo escuchadas ni por las instituciones ni por el gobierno. «Actualmente, con las leyes autonómicas, la formación que se le da al profesorado es para que se limite a asentir sobre la transición social del alumnado cambiando su nombre y los pronombres que le designan, informando a los padres en el caso de menores de edad y, sobre todo, nunca expresando duda, reflexión o crítica sobre el proceso, so pena de ser acusado de tránsfobo y recibir la consiguiente amonestación que, de aprobarse el proyecto de ley estatal, se podrían convertir en una sanción grave», indica la autora, que defiende la Coeducación como una práctica educativa cuyo objetivo es conseguir eliminar la subvaloración social que sufren las niñas y mujeres por razón de su sexo y que se centra en cambiar la visión androcéntrica del mundo para dar a las mujeres su lugar en la historia de la humanidad y eliminar los estereotipos sexistas representados por el género.

La autora de la «Coeducación secuestrada» opina que la formación que imparten en esos talleres promueve ideas anticientíficas y «profundamente sexistas», que sugieren que «aquellas niñas, niños y adolescentes que se expresan con libertad y sin encajar en los estereotipos de género más rancios, como por ejemplo, niñas a las que no les gusta llevar vestidos o niños a los que les gusta jugar con muñecas, habitan en cuerpos equivocados, es decir, son trans y se deben de abrir protocolos de transexualidad sobre ellas y ellos». La portavoz de Dofemco concluye que lo que se constata desde las aulas en relación al alumnado que se declara trans, «no es madurez ni situación estable, es una gran confusión sobre si mismos, ansiedad y distintas comorbilidades que precisan de apoyo y acompañamiento psicológico y, sobre todo, mucha prudencia y espera paciente antes de tomar medidas de mayor calado».

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