Antes de nada, un poco de historia. Desde su nacimiento como Enseñanza Primaria (Ley Moyano, 1857) siempre ha sido una etapa relativamente tranquila. Desde luego, mucho más que la Secundaria. Impulsada durante la II República y controlada ideológicamente después, sólo despertó al final del franquismo (LGE, 1970) al convertirse en Educación General Básica (EGB). Con la LOGSE (1990) la Educación Primaria quedó establecida estructuralmente tal y como lo está hoy en día, una etapa básica de seis años de duración, aunque desde entonces el currículo ha cambiado con cada nueva reforma educativa.
Vayamos, pues, al currículo actual. Al que se abre con la LOMLOE, que difiere en mucho del marcado por la LOMCE (2006).
Primero, en su concepción. La Primaria se concibe ahora como una etapa orientada al desarrollo educativo de cada alumno, garantizando su formación integral. Como un todo continuo en el que se progresa en función de las capacidades de cada cual. No como antes, cuando era considerada más bien una escalera a subir, curso a curso, siempre que se superasen las consiguientes evaluaciones. No es que desaparezca el esfuerzo, sino la forma de entenderlo y valorarlo. Consecuencia directa: necesidad de ampliar la acción tutorial, reforzar la orientación educativa, conseguir una mayor efectividad en las medidas de refuerzo y apoyo, revisar el sistema de evaluación continua. Lo que supone incrementar las plantillas con personal especializado (PT, AL, orientadores, etc.) en atención a la diversidad, reformular los horarios del profesorado (apoyos, desdobles, etc.), cambiar esas dinámicas permanentemente evaluadoras («controles», estándares, notas, etc.) tan arraigadas (y queridas) para ciertos docentes, introducir la codocencia como herramienta de inclusión, etc.
Segundo, en su configuración. La Primaria se configura como una etapa educativa con sentido propio en sí misma, pero conexionada con la Infantil y la ESO. En esa línea hay que entender la vinculación de competencias clave a cada etapa y el «perfil de salida» como piedra angular del currículo para la enseñanza básica. Consecuencia directa: necesidad de planificar una red integrada de distrito o comarca con centros (¿sólo públicos?) adscritos unos a otros, regular los procesos de escolarización, diseñar un currículo en espiral con conexiones entre etapas educativas, revisar las atribuciones profesionales de determinadas especialidades para que puedan impartir docencia en varias etapas. Lo que supone garantizar la aplicación de las normas de admisión de alumnado, poner a disposición servicios de transporte y comedor en el medio rural, establecer tiempos en los horarios docentes para posibilitar la coordinación entre el profesorado de centros de distintas etapas de una misma zona, organizar seminarios inter-nivelares en los centros de formación del profesorado, propiciar la creación de centros intregrados donde se impartan enseñanzas de varias etapas educativas, etc.
«La Primaria se organiza como una etapa global, aunque ordenada por áreas. De una organización en asignaturas jerarquizadas (troncales, específicas y de libre configuración) se pasa ahora a otra más equilibrada, en la que las áreas quedan integradas en un enfoque competencial»
Tercero, en su organización. La Primaria se organiza como una etapa global, aunque ordenada por áreas. De una organización en asignaturas jerarquizadas (troncales, específicas y de libre configuración) se pasa ahora a otra más equilibrada, en la que las áreas quedan integradas en un enfoque competencial. Varias novedades a destacar. Por un lado, se abre la posibilidad a agrupaciones de áreas por ámbitos. Por otro, pueden desdoblarse la de Educación Artística (algo que ya se hace en muchos centros) y la de Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural (recupera su denominación). Además, se añade como nueva la de Educación de Valores Cívicos y Éticos y las enseñanzas de religión dejan de tener alternativa. Consecuencia directa: necesidad de establecer currículos autonómicos no excesivamente cerrados, respetar la capacidad y autonomía pedagógica de los centros para desarrollar y completar el currículo oficial, revisar los planes de estudio y las menciones y especialidades del grado universitario de maestro, ampliar las plantillas docentes en determinadas áreas, clarificar lo relativo a las enseñanzas de religión. Lo que supone elaborar proyectos educativos y curriculares de centro ajustados a su contexto particular, ajustar las asignaturas de la carrera universitaria de los maestros a las áreas del currículo de la etapa, reformular las prácticas en centros de la formación inicial de los maestros, promover la formación en las tecnologías de la información, establecer tiempos de reunión para los equipos de ciclo en los horarios docentes, fomentar los intercambios de buenas prácticas, etc.
Podrían plantearse muchas novedades de este nuevo currículo LOMLOE respecto del anterior de la LOMCE. En su propia definición, por ejemplo. De un currículo cerrado y centralista se pasa a otro mucho más abierto, en el que se reconoce «de verdad» la capacidad de las administraciones educativas para establecer el correspondiente a su ámbito territorial. O en la ordenación por ciclos, algo mucho más acorde con la psicología evolutiva que una división estratificada por cursos como planteaba el currículo anterior. O en la evaluación, uno de los puntos que mayor cambio va a experimentar, tanto en su planteamiento (desaparecen los estándares) como en sus consecuencias académicas (promoción) y personales para el alumnado.
¿Puede un cambio en el currículo cambiar una etapa educativa? Sí. Siempre y cuando cambie a su vez el profesorado que la imparte y, consecuentemente, la cultura de centro donde se imparte. Este nuevo currículo de Primaria exige, sin duda, un nuevo perfil de profesorado. Por un lado, de los maestros y maestras, generalistas y especialistas, que van a impartir las áreas curriculares. Por otro, de los profesionales especializados para atender a la diversidad del alumnado, clave en esta etapa elemental, básica y obligatoria. De ahí que haya que profundizar en el debate de las 24 propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente. Y atinar en las medidas que de esas propuestas se deriven. La Primaria no puede seguir siendo esa etapa olvidada donde «nunca hay problemas», al menos importantes. Necesita un cambio. Ya.