
Hace unos días, el Consejo de Ministros aprobaba el anteproyecto de la Ley de Bienestar y Protección animal que pone el foco, por ejemplo, en acabar con el abandono animal y poner freno a los circos con animales salvajes y al sacrificio. Además, desde el pasado mes de enero, los animales son considerados en nuestro país seres sintientes, lo que supone que su maltrato o abandono podrá ser gravemente castigado. Estas medidas responden a las peticiones de grandes sectores de la sociedad, que claman a favor del bienestar animal y una sociedad más orientada al respeto y la empatía. Unos cambios que se esperan también en la educación. La LOMLOE incluye entre sus fines «el respeto a los derechos de los animales». En los objetivos habla de descubrir los seres vivos del entorno —en educación infantil—, favorecer el cuidado y empatía hacia los animales —educación primaria— y valorar el respeto hacia los seres vivos, especialmente los animales y el medio ambiente —educación secundaria—. Esto quedará plasmado, por tanto, en los currículos de las distintas etapas.
A pesar de las novedades en las normativas, los animales llevan ya tiempo dentro de las aulas y están más que probados los beneficios que tienen en los niños, tanto terapéuticamente como a la hora de enseñarles valores tan importantes como la empatía. Nuria Máximo es terapeuta ocupacional pediátrico y dirige la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. Nos explica que los niños y las niñas «tienen una vinculación innata con los animales, es lo que llamamos biofilia. En general, todos los humanos nacemos con esa proximidad y ese amor por la naturaleza y todos los seres vivos. Es un punto de partida muy potente para trabajar con los más pequeños aspectos que tienen que ver con el aprendizaje o con aspectos terapéuticos. Cuando viven sus primeros 10-15 años de infancia con animales, está comprobado que tienen un desarrollo social y comunicativo más global». Asegura que los efectos positivos de ese contacto entre los niños y los animales «se ven tanto en niños con necesidades educativas especiales como en escuelas ordinarias. A partir de ese vínculo, el niño crece, aprende y mejora sus capacidades. Además, estar con animales es divertido y jugar con ellos o hacer interacciones espontáneas o programadas hace que se puedan trabajar distintos objetivos terapéuticos o de aprendizaje».
Nuria reconoce que «fue muy bonito porque los niños pudieron tener esa conexión con el exterior, con la naturaleza, que el COVID nos estaba negando»
Uno de los proyectos que impulsa la Cátedra de Animales y Sociedad es «Emociones con patas». La pandemia llegó y tuvieron que hacer un ejercicio de transformación para poder llevarlo a las aulas a pesar de los protocolos COVID: «se nos ocurrió diseñar un proyecto para trabajar la empatía tanto en Infantil, como en Primaria y Secundaria, a través de llamadas virtuales. Hacíamos conexiones con nuestros equipos humanos y animales, con perros, caballos, gatos. Trabajábamos con los niños las emociones de los animales, las nuestras, como conectar con ellos, la convivencia responsable». Nuria reconoce que «fue muy bonito porque los niños pudieron tener esa conexión con el exterior, con la naturaleza, que el COVID nos estaba negando». A corto plazo, van a estar en un colegio de Torremocha de Jarama, donde «trabajaremos con los niños la importancia de la empatía y de comprender que el otro, sea un animal o un compañero, tiene capacidad de disfrutar, de sentir emociones, tristeza, dolos y cómo podemos comunicarnos y relacionarnos con otros, aunque sean diferentes». Eso sí, insiste en que «no todos los animales deben participar en este tipo de iniciativas únicamente por pertenecer a una especie en concreto. El animal tiene que disfrutar, le tiene que gustar esas relaciones con los humanos. No a todos los perros les gustan los niños ni disfrutan de la interacción con ellos. Por tanto, no les podemos obligar ni han de trabajar bajo un paraguas de dominación, ni ponerles en una situación que, a la larga, puede ser perjudicial para su salud por estar en un estrés constante».
Llevando la empatía a las aulas
Una de las entidades con las que colabora la Cátedra de Animales y Sociedad de la URJC es PRODA (Profesionales para la Defensa Animal). PRODA lleva muchas décadas luchando por el bienestar animal e intentando llegar a las generaciones futuras. Así lo subraya su presidenta, Mariví Vaquer, psicóloga infantil de profesión: «los niños son mucho más conscientes de los derechos de los animales, de que son seres sintientes, de que el maltrato es una conducta a rechazar». En casi cuatro décadas de trayectoria, ha podido constatar «la correlación que existe entre un ambiente de deprivación en cuanto a inteligencia emocional y cómo ven el maltrato a otros humanos y a los animales». Es entonces cuando decidieron diseñar materiales y recursos basados en la biofilia «para emplearla como un recurso a través del cual los niños puedan crecer en sus capacidades, no solo para ser mejores personas, sino para desenvolverse en un mundo socialmente complejo». Arrancaron en 2003 incorporando sus aportaciones a los centros de formación del profesorado de la Comunidad Valenciana, donde permanecieron hasta 2014. Ahora buscan también «reflotar cursos online para el profesorado, para que el mayor número de docentes posible puedan tener estos materiales elaborados y remitirles también a otras asociaciones con otros recursos educativos». Mariví Vaquer confiesa que es muy satisfactorio ver «cómo aumenta en los niños el nivel de motivación por el aprendizaje cuando involucramos a los animales. En todas las aulas nos hablan de niños incluso con TDAH que están atendiendo. El tema les resulta empáticamente muy fácil de entender».
Ana María Villalobos impulsa un proyecto de intervención en el que los perros son la pieza clave como facilitadores de procesos terapéuticos y educativos. Tiene lugar en el Centro de Educación Especial María Montessori de Parla, en Madrid, donde ejerce como jefa de estudios. Relata cómo el proyecto nació en el curso 2008/2009 y que el objetivo primordial desde el principio ha sido «que se produzca una buena interacción entre perros y niños. Si esto no se da, no podemos seguir adelante». Nos detalla que, junto con Dante y Galileo, sus compañeros peludos, han ido desarrollado una metodología de trabajo adaptada a cada caso: «tenemos alumnos con discapacidad intelectual más otras discapacidades, trastornos, dificultades, etcétera. Trabajamos a través de una metodología de aproximación. Para crear ese vínculo basado en la confianza entre los perros y los alumnos, hacemos actividades de presentación en las que el perro no se les acerca. Poco a poco, vamos disminuyendo esa distancia con actividades de acercamiento. Por último, llegamos al contacto. Cuando se establece esa relación de confianza, se da una interacción libre donde los perros llegan a las clases y ya se conocen». Ana subraya lo emocionante que es ver «cómo respetan a los animales, cómo entienden que después de clase tienen que ir a descansar, cómo los saludan, pero no los acarician hasta que no les das permiso».
El efecto terapéutico de los animales
Marta ha podido comprobar cómo «cuando entra un perro controlado en el aula, se crea un clima de confort: aumentan las endorfinas, aumenta la oxitocina, la dopamina y se reduce el cortisol, que es la hormona del estrés. Los niños sonríen, están más felices y cuando estás feliz aprendes mejor»
Marta, abril y May forman un equipo inseparable. Marta es maestra de educación especial y especialista en intervenciones asistidas por perros. abril y May son sus fieles compañeras en su periplo por distintos centros educativos. Actualmente, en el Colegio Alvar Fáñez de Íscar (Valladolid), participan en grupos de apoyo emocional, de apoyo a la lectura y en grupos de compensatoria para alumnos con dificultades. Nos habla de que «en los distintos programas se buscan distintos objetivos. Por ejemplo, en el de animación a la lectura, se pretende crear un interés una motivación, mejorar la habilidad lectora, hacemos las sesiones en las que los niños leen a las perras en voz alta. Ellos se sienten seguros cuando les leen. Buscamos crear espacios de interés. En inteligencia emocional, por ejemplo, buscamos aprender la comunicación no verbal». Nos explica que en educación especial «es un recurso terapéutico para los fisioterapeutas, por ejemplo. Son personas con movilidad muy reducida y trabajamos con la fisio en relajación y al estar más relajados en las sesiones pueden hacer mejor su trabajo y a los niños no les resulta tan aburrido. Los procesos rehabilitadores son más emocionantes, más divertidos». Durante su trayectoria, Marta ha podido comprobar cómo «cuando entra un perro controlado en el aula, se crea un clima de confort: aumentan las endorfinas, aumenta la oxitocina, la dopamina y se reduce el cortisol, que es la hormona del estrés. Los niños sonríen, están más felices y cuando estás feliz aprendes mejor. Generan confianza y eso hace que abran sus emociones hacia Abril y May. Son un catalizador de emociones». Unos beneficios de los que también habla del director del centro, Jesús Ángel González, que apunta a que «el alumnado adquiere otro tipo de competencias. A medida que hemos ido viendo los resultados, como interactuaban con los animales, como se abrían de otra manera, los fisios podían trabajar con ellos más fácilmente, hemos ido ampliando el horario».
Cuadernos educativos para aprender a cuidar a los animales
Otra organización que lleva muchos años trabajando por los derechos de los animales es ADDA (Asociación Defensa Derechos Animal). En concreto, fue la primera entidad española dedicada a este asunto. Para ellos, según nos cuenta Neus Aragonés, siempre ha sido una prioridad «incidir en las futuras generaciones. Por eso se nos ocurrió que nuestros proyectos tenían que hacerse en las escuelas, que son la base de nuestra sociedad».
El primer paso lo dieron hace 15 años, con una iniciativa «más orientada a los docentes, a qué sabían ellos y la escuela del trato con animales». A raíz de eso, comenzaron con Cuídanos y quiérenos, un cuaderno dirigido a la etapa infantil con dibujos y frases cortas que busca «explicar a los niños que los animales no son un juguete, sino un miembro más de la familia y eso conlleva unas responsabilidades. La idea era fomentar esa tendencia responsable e inculcarles que no hay que abandonar. Fue muy bien acogido en las escuelas». Años después vendría Salvemos la vida al mar: «estamos convirtiendo los mares y océanos en vertederos y creímos necesario que los pequeños supieran que en el mar viven muchos animales que no se ven y que tenemos que tener mucho cuidado con lo que gamos porque estamos contaminando». El trabajo de todos estos años ha dado sus frutos y han repartido más de 65.000 cuadernos. Admite que las escuelas «están cada vez más concienciadas».
Bichos Raros no es una protectora al uso. Ellos dan cobijo a animales discapacitados o enfermos crónicos. María nos cuenta que les ofrecen «un sitio donde poder estar el tiempo que les haga falta. Cuando llegan, les operamos, les rehabilitamos o lo que les haga falta. Nuestro objetivo básico es ese. A partir de ahí, si salen adopciones, fenomenal». Desde sus inicios, también han dado mucha importancia a educar a los niños para «enseñarles que un animal tiene derechos y que siente. También, que los animales discapacitados son animales normales». Nos cuenta que cuando van a los colegios «los niños nos sorprenden. Para ellos son animales normales. Vas con perros en sillas de ruedas y ellos se fijan en que llevan unos calcetines rosas. Están encantados, les acarician, los pasean».
Un horizonte esperanzador
María, de Bichos Raros, cree que las cosas están cambiando en España en cuanto a la protección animal: «hay cosas que ya no están tan bien vistas y todo va evolucionando hacia una vida más de acuerdo con los animales». En la misma línea se expresa Nuria Máximo, que pide coherencia: «que se tenga un hámster, un pájaro o una pecera en clase es incompatible con la empatía que estamos intentando enseñarles. Si la empatía parte del conocimiento de las necesidades del otro y el otro necesita vivir en un árbol, es incoherente que para que nosotros nos beneficiemos de su presencia lo tengamos en una jaula. No debemos ni tener animales en el aula ni acudir a instalaciones tipo zoo o granjas que llevan en furgonetas a los animales a los colegios. El punto de partida es comprender las necesidades del otro».
Marta Sanz no tiene dudas: «estoy convencida de que ninguno de los niños con los que trabajo serán maltratadores de animales ni los abandonarán. Son muy conscientes de que son seres sintientes».
Ana María Villalobos asegura que «todo lo que sea a favor del cuidado y el resto a los animales es bienvenido», pero hace un llamamiento a que «no nos olvidemos de que los animales son animales, no caigamos en el error de humanizarlos. Que un perro duerma en tu cama, pero no lo saques a pasear, también es maltrato. El bienestar animal no consiste en humanizarlos».
Desde ADDA celebran la nueva legislación, pero defienden que «quedan muchos espacios en los que hay que evolucionar. Hay temas que han quedado fuera, como la caza, la tauromaquia, la experimentación, pero en cuanto a animales de compañía se han conseguido muchos avances».