Rocío García Carrión
Difícilmente podemos encontrar en la diversidad de modas educativas, desde la educación lenta hasta la necesidad de aburrirse para aprender, alguna evidencia científica que sustente sus planteamientos para lograr un aprendizaje de alto nivel que contribuya al desarrollo humano.
¿Nos hemos preguntado como aprendemos las personas y cuáles son las mejores condiciones para ello? La ciencia nos brinda algunas respuestas que deberían estar en presentes en el debate educativo y al alcance de cualquier docente. Pero, desafortunadamente, cuando en la formación inicial o permanente del profesorado se habla de neurociencia, o incluso en las escuelas se les dice a las familias que se basan en la neurociencia, raramente se cita a Álvaro Pascual-Leone, catedrático de neurología de la Universidad de Harvard y uno de los científicos españoles de más alto nivel. Sus estudios desde mediados de los años 90 ya insistían en la importancia del esfuerzo para el aprendizaje. Y aunque esto puede no resultarnos muy novedoso, sí conviene recordar de la responsabilidad de los educadores de motivar el esfuerzo para así aprovechar al máximo la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de nuestro cerebro para aprender, modificarse y cambiar. Demostró cómo el cerebro de las personas aprendía a tocar el piano cuando ponían empeño en aprender, cuando se esforzaban en la tarea, y no simplemente cuando la hacían. Además, influía no solo la actividad motora en sí, sino el focalizar el pensamiento en aquello que se quería aprender.
«Los estudios de Álvaro Pascual-Leone, catedrático de neurología de la Universidad de Harvard, ya insistían desde los 90 de la importancia del esfuerzo para aprender. Conviene recordar la responsabilidad de los educadores de motivar el esfuerzo»
Pero, ¿cómo hacerlo? La clave para ir guiando esa plasticidad está en las interacciones que tenemos con el ambiente, el ambiente que se crea en la clase o a distancia y donde podemos lograr que florezca en cada niño y en cada niña ese deseo por aprender que los llevará a poner todo su esfuerzo en ello, pues son los deseos los que movilizan la acción humana.
Todos podemos recordar a aquel profesor o profesora que despertó en nosotros la pasión por la materia que ahora impartimos o aquel curso con amigos y amigas donde adquirimos aprendizajes que jamás hemos olvidado. En esas experiencias, sin duda, hubo esfuerzo y deseo de aprender. Por eso, necesitamos escuelas llenas de la mejor herramienta que tenemos, la ciencia, no perdamos la oportunidad de utilizarla en educación. El impacto que puede tener para mejorar la vida de nuestro alumnado es enorme.