La Conferencia de Decanas y Decanos de Educación (CoDE) ha aprobado las propuestas básicas incluidas en el libro blanco sobre la profesión docente que esa misma entidad presentó hace un tiempo. Son muy interesantes. Solo dos pinceladas. Para el grado de Magisterio, titulación que ya es habilitante: carrera de cinco años (4 generalistas + 1 de especialización/mención) y una prueba específica de aptitud personal (además de la PAU) antes de ingresar en la facultad universitaria. Para el máster de profesorado, habilitante para impartir clase en secundaria: extenderlo a dos años (4 grado + 2 máster) ampliando el período de prácticas.
Ese documento no tiene carácter vinculante, pero puede ser de gran utilidad y contribuir a sustanciar algunas de las Veinticuatro propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente que hace unos años (enero 2022) presentó el Ministerio de Educación (MEFP); en ese documento para debate planteaba "acordar un marco de competencias profesionales docentes" y seguidamente se enumeraban siete propuestas sobre formación inicial (grado y máster). Y útiles debieran ser, también, otros valiosos documentos que hayan llegado o lleguen a los despachos ministeriales, fundamentalmente los provenientes de organizaciones sindicales. Sean todos bienvenidos. Habrá que contrastarlos.
«El problema está en cómo organizar un currículo universitario que les capacite para iniciar su trabajo como docentes»
Como punto de partida puede decirse que existe un acuerdo, casi generalizado, sobre el diagnóstico de la profesión docente y sobre los retos que tendrá que afrontar en el futuro próximo. Tiene y tendrá que moverse y enfocarse en un escenario con cuatro referencias permanentes: equidad, sostenibilidad, digitalización, inclusión. Sin embargo, todavía hay camino por recorrer. No hace falta recurrir a informes internacionales (TALIS, por ejemplo) para comprobar que muchos docentes no se encuentran preparados para enseñar en un aula multicultural ni para atender como quisieran al alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo. El problema está en cómo organizar un currículo universitario que les capacite para iniciar su trabajo como docentes. Y ahí aparecen varios escollos.
Han pasado más de veinte años desde la última gran revisión formal de esas titulaciones, realizada con motivo de nuestra incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES); en ese tiempo, el contexto social, tecnológico y curricular ha cambiado de forma profunda. El libro blanco elaborado entonces (ANECA, abril 2004) ha quedado desfasado, ciertamente, pero lo más penoso es que muy poco se hizo por actualizarlo. Lo reconocen los propios decanos y decanas. En algunas universidades el plan de estudios (y la correspondiente ordenación docente) se confeccionó como un "reparto" de asignaturas en función del “poder real” de facultades y departamentos. Desaprovechada oportunidad única. Ni se cumplieron las expectativas puestas en los estudios de magisterio, que pasaban de la diplomatura de tres años a los cuatro del grado, igualando así (¡por fin!) al resto de carreras universitarias. Ni el master de secundaria mejoró sustancialmente el "famoso" CAP (certificado de aptitud pedagógica) que en otros tiempos se exigía al acabar la licenciatura.
Sería una pena que ahora se repitiese algo similar. Por lo pronto, hay discrepancias a la hora de definir unos nuevos planes de estudio. La propuesta de grado fue aprobada solo por mayoría simple en la reciente asamblea nacional de la CoDE, lo que indica que hay diferencias de criterio en la propia Conferencia. Y además, cinco asociaciones científicas estatales, formadas por profesorado universitario de didácticas específicas, difundieron un comunicado en el que expresaban su rechazo al documento de los decanos por entender que las didácticas de las diferentes disciplinas no tendrían "peso" suficiente en los currículos. Es de esperar que no se caiga de nuevo en "guerras" departamentales.
En todo caso, tranquilidad. El proceso requiere tiempo. Porque la elaboración o adaptación de los planes de estudio conducentes a la obtención de títulos universitarios oficiales está muy regulada y tiene los pasos medidos (RD 822/2021). En los títulos habilitantes para el ejercicio de la profesión docente es lógico que el Ministerio de Educación dibuje el perfil de profesor idóneo y adecuado para impartir el currículo en cada una de las distintas enseñanzas no universitarias y se ponga de acuerdo con el de Universidades para concretarlo en el diseño del nuevo grado y del nuevo máster. Pero hay que recordar que, en el desarrollo de la autonomía universitaria, los planes de estudio universitarios son elaborados por las propias universidades. Luego hay que seguir todo el procedimiento de aseguramiento de la calidad para su verificación conforme a los criterios y directrices del EEES y poder inscribirlos, si cuentan con evaluación favorable, en el registro de universidades, centros y títulos (RUCT).
Y tres puntos (no menores) a considerar una vez hayan sido aprobados esos nuevos títulos. Uno, controlar y evaluar su puesta efectiva en funcionamiento en las universidades, especialmente las ofertas de enseñanzas totalmente on line y las prácticas externas (prácticum). Dos, advertir que un año más en el grado y en el máster podría conllevar mayor privatización y segregación por razones socioeconómicas si ese aumento de un curso no fuera acompañado de un crecimiento sustancial de becas y de plazas públicas asequibles. Y por último, reflexionar cómo encajar esa nueva formación inicial con la necesaria formación continua, porque es imposible que la universidad prepare a profesoras y profesores noveles para todo lo que se encontrarán a lo largo de su vida profesional.